Óscar, bombero de Sevilla y récord del mundo en Pentatlón M45: “Soy el viejo del grupo, pero les gano”

A sus 46 años, Óscar González lleva toda la vida dedicado al atletismo. Una vocación que compagina con su trabajo, el de bombero en Estepa (Sevilla). “Tenía claro que quería un oficio que me permitiera estar en forma y seguir haciendo deporte”, explica a NIUS. Tanto que hace unos días batía el récord del mundo de Pentatlón M45.

Una prueba que engloba cinco disciplinas: 60 metros vallas, salto de longitud, lanzamiento de peso, salto de altura y 1.000 metros lisos. Con un total de 4.260 puntos, este bombero natural de Antequera (Málaga) pulverizaba la marca de 4.064 que, hasta ahora, tenía el sueco Matías Sunneborn. “Me parece una prueba muy divertida y he disfrutado mucho", asegura. La practica desde hace quince años. Antes, hacía decatlón y heptatlón, disciplinas en las que ha sido campeón absoluto de España y a las que se ha dedicado profesionalmente.

“Antes era dedicación exclusiva, mañana y tarde, once sesiones de entrenamiento a la semana”, nos cuenta. Ahora, escucha más a su cuerpo. “A cierta edad ya empiezan los dolores, no rindes lo mismo y tardas más en recuperar”. Fue en septiembre cuando empezó a prepararse. "Lo justito. Cada día, una hora y media y jugando mucho con las sensaciones”, apunta.

Suficiente para que este atleta bata el récord mundial en su categoría, de 45 a 49 años, pero también para que supere, con sus marcas, a los participantes de edades inferiores. “Con mis resultados, le hubiera ganado también a los de M40 y M35”, explica. Algo a lo que Oscar, que también prepara a opositores de bomberos, ya está acostumbrado. “Se ríen de mi porque soy el viejo del grupo, pero les gano”, bromea.

Una afición y un oficio muy vinculados

A pesar del entrenamiento y las medallas, este bombero con vocación de atleta tiene claro que, en su trabajo, nunca se está lo suficientemente preparado. “No sabes lo que te vas a encontrar, una intervención con muchas calorías puede llegar a ser muy dura”, asegura. Un trabajo “puntual y exponencial” que nada tiene que ver con su faceta deportiva. “Es diferente. La dureza del deporte viene del sacrificio y la dedicación a largo plazo”, señala.

Eso sí, hay algo común y es la sensación una vez terminada la competición o el incendio, si el resultado es bueno. “Es un sentimiento de bienestar y alegría. Te abrazas a los compañeros y te sientes reconfortado. Muy gratificante”, asegura. Es la recompensa del trabajo bien hecho, ya sea en la pista o con el uniforme de bombero.

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