Paquita vive en 2023, Manolo a veces sí y a veces no. Los años se han desordenado en su cabeza y de vez en cuando puede ser 1990, 2003... o con suerte 1957, el año que conoció a Paquita. "Yo estaba sentada en un banco", dice ella. Manolo la vio y se acercó para presentarse, pero le negó la mano. "¡Es que no lo conocía!", se justifica ahora Paquita.
Es 2023 y Manolo lleva casi siete años viviendo separado de Paquita. Está en una residencia de la Asociación Alzhéimer Córdoba. "Tiene deterioro cognitivo, una demencia de tipo degenerativo, en fase moderada pero muy estable", dice Rosa Huertas, la psicóloga del centro. Es decir, tiene recuerdos de ahora, pero se mezclan con los de su juventud, cuando Manolo trabajaba en una joyería.
Es 1969, el hombre está pisando la Luna y Manolo fabricando dos alianzas de oro para su boda. No es la primera joya que hace para Paquita. "La primera fue una sortija que me dio al poco tiempo de conocernos", recuerda ella. Después de casarse vinieron dos hijas, más tarde los nietos... y luego el alzhéimer.
Paquita empezó a darse cuenta de que Manolo hacía cosas raras en la tienda. "Le decía una señora que quería un brillante para una pedida y le daba una circonita". Otras veces pregunta por sus padres, ya fallecidos. "Están en el cementerio", le dice Paquita. Al poco las pruebas lo confirmaron, a sus 66 años, Manolo tenía alzhéimer.
Es 18 de marzo de 2013 y un coche viene a recoger a Manolo. Se despide de Paquita. Va a ser su primera visita a un centro de día. La misma escena se repite durante tres años más, pero con Manolo cada vez peor. La enfermedad avanza y empieza a perder aptitudes. Es incapaz de asearse o vestirse solo, y aunque sigue comiendo sin ayuda, físicamente ya no es funcional.
"Ya no podía con él", reconoce Paquita. Manolo es corpulento y los médicos recomendaron ingresarle en una residencia. Era mayo de 2015. "Fue muy duro", dice recordando el momento en el que se fue camino de la residencia llevándose su ropa en una maleta. Aun así, Paquita no le dijo adiós porque aquello no era una despedida.
"Cuando se separaron, intervenimos para ayudarles a los dos", dice la psicóloga del centro, "tanto a los que se quedan que tiene que comprender lo que pasa como al familiar que tiene que adaptarse. Separados desde entonces, Paquita va a verlo a su residencia siempre que puede y cuando no va, se ven por videollamada.
No todas las visitas son iguales. "Cuando tiene catarro o está mal físicamente o cambia el tiempo, se desorienta un poco y confunde la realidad actual con la de hace unos años", explica Rosa, "pero Paquita lo gestiona bien cambiándole de tema". Si por ejemplo Manolo le pide las llaves de la joyería, le distrae con otra cosa.
Después de 50 años casados, Paquita y Manolo decidieron celebrar sus bodas de oro con ayuda de sus hijas. Entre los invitados estaban todos los trabajadores del centro. En el altar de nuevo, Paquita volvía a estar nerviosa por si le decía que no. "Quería que yo indagara un poco y sondeara a Manolo", sonríe Rosa.
El miedo es habitual entre los familiares de personas con alzhéimer ¿Y si me olvida? ¿y si ahora me dice que no? "Lo último que se pierde es la conciencia emocional", dice Rosa, "a lo mejor no saben cómo te llamas, pero sí lo que le haces sentir". Y Paquita le hace sentir todo a Manolo y por eso una vez más, le dijo que sí.