La onda expansiva del terremoto en Andalucía sacude la política nacional. La histórica victoria del PP en el feudo tradicional y más emblemático del socialismo lastra al Gobierno de Pedro Sánchez de aquí al final de la legislatura. La mayoría absoluta de Juanma Moreno, que no necesitará a Vox para ser presidente de la Junta de Andalucía, es abrumadora. Se come todo el voto de Ciudadanos, gana al PSOE en bastiones clave como la provincia de Sevilla donde los socialistas habían sumado victorias durante 40 años y también arrebata a Vox plazas simbólicas como El Ejido. Un resultado más propio de la época del bipartidismo que del tablero actual.
La izquierda ha fracasado en su principal granero de votos, la comunidad más poblada de España y la que más fuerza electoral aporta al PSOE a nivel nacional. Sánchez ha sufrido un voto de castigo importante y se cumple el temor que habían mostrado en las últimas semanas los socialistas, se instala la idea de un cambio de ciclo electoral que empuje a Alberto Núñez Feijóo a La Moncloa en las generales del 2023.
Andalucía era la primera prueba, el primer termómetro para medir fuerzas entre los dos grandes partidos y las elecciones de este domingo han acelerado una dinámica muy preocupante para las expectativas electorales del PSOE con un escenario económico incierto. Los socialistas, con Sánchez al frente, quieren desligar el resultado andaluz del escenario nacional, pero el PP hará todo lo contrario, lo exhibirá como un símbolo de que el Gobierno está agotado.
Las tres últimas elecciones autonómicas celebradas han acabado con una victoria de los candidatos del PP y una derrota de los socialistas. Los perfiles han sido muy diferentes. Isabel Díaz Ayuso en Madrid, Alfonso Fernández Mañueco en Castilla y León y ahora Juanma Moreno en Andalucía. El estilo moderado del andaluz valida la estrategia de la alternativa tranquila de Feijóo sin el complejo que tenía Pablo Casado con Vox. Moreno no ha intentado imitar a los de Santiago Abascal ni medirse con ellos. Al contrario, ha hecho campaña marcando distancias con la ultraderecha. Feijóo puede esgrimir que tanto el modelo duro de Ayuso como el moderado de Moreno ganan elecciones.
En el PSOE y en el Gobierno las alarmas están encendidas, pero el mensaje que se quiere trasladar de forma oficial es que estos son unos comicios autonómicos que nada tienen que ver con unas elecciones generales. Fuentes socialistas inciden además en que Moreno ha hecho una campaña muy personal, donde él ha sido el protagonista absoluto e incluso ha escondido la marca PP.
Pedro Sánchez quiere sepultar en lo más profundo el éxito andaluz y centrarse en vender los logros sociales del Gobierno de coalición, pero está claro que ese mensaje que ha desplegado él mismo y el desfile de ministros socialistas en la campaña andaluza no ha calado. El PSOE no levanta cabeza y sigue perdiendo apoyo electoral en Andalucía desde 2012. Juan Espadas ha cosechado el peor resultado, se ha dejado 3 escaños respecto a los que consiguió Susana Díaz en 2018 y baja del millón de votos. El presidente del Gobierno, que no acudió a Ferraz para seguir la noche electoral, envió un tuit cuando se confirmó el tsunami en el que además de dar la enhorabuena a Moreno y felicitar a Espadas por su trabajo proclamó que el PSOE es el "garante de los servicios públicos, la igualdad y los derechos sociales".
La estrategia que se había marcado Sánchez de aquí al final de la legislatura ha saltado por los aires y ahora el presidente tendrá que replanteársela. En su hoja de ruta figuraba que una vez superada pandemia, la llegada millonaria de los fondos europeos, la mejora de la economía y citas internacionales de primer orden como la Cumbre de la OTAN o la presidencia española de la Unión Europea en el segundo trimestre del próximo año, le darían una proyección y empuje muy relevante de cara a las citas electorales. Hay que tener en cuenta que en mayo, antes de las generales, se celebrarán elecciones autonómicas y municipales donde el PSOE se juega gran parte del poder institucional que tiene. Los datos de Andalucía también ponen en guardia a los barones socialistas.
Ese camino trazado por Sánchez se ha tropezado con la guerra de Ucrania, una inflación desbocada, los altos precios de la energía, ahora la subida de tipos y la prima de riesgo. Son asuntos que están afectando al bolsillo de los ciudadanos y que aumentan el enfado generalizado con el Gobierno que sufre un desgaste evidente junto al de la marca PSOE. El escenario que se le plantea a Sánchez es de unos próximos meses muy complicados aunque tenga un respiro este verano con los datos del turismo.
Tampoco han ayudado al PSOE los roces dentro del Ejecutivo con Podemos y los pactos con los independentistas que le hacen mucho daño en territorios como Andalucía. Sánchez, de momento, no piensa alterar sus planes de agotar la legislatura y mantener las elecciones generales en diciembre de 2023 en las que será el candidato de su partido. Otra cosa es que el presidente decida tomar alguna decisión que le pueda servir como revulsivo y le de oxígeno como una remodelación del gabinete, pero ahora mismo no hay señales de que eso vaya a ocurrir.
La esperanza de los socialistas es que la situación económica mejore de aquí a finales del 23. Otro de sus grandes argumentos es que en las autonómicas no se vota igual que en las generales. Recuerdan un dato. Sánchez consiguió en noviembre de 2019 en Andalucía más de 400.000 votos que un año antes, en 2018, se quedaron en casa y no votaron a Susana Díaz. En aquellos momentos Sánchez tenía tirón electoral y la marca PSOE no estaba a la baja como ahora.
Una de las conclusiones de la noche electoral es que el planteamiento del PSOE de presentarse como la alternativa frente a los gobiernos de PP y Vox se resquebraja. Esa estrategia electoral no ha funcionado, como tampoco lo hizo en Madrid. Agitar el miedo a la ultraderecha no ha dado resultados hasta ahora a los socialistas en las citas autonómicas y probablemente tampoco funcione a nivel nacional. Más bien al contrario, favorece a los populares que aglutinan todo el voto de la derecha.
Además, el partido de Santiago Abascal empieza a mostrar síntomas de cansancio. No ha existido el efecto Olona. Vox ha subido, pero se ha quedado muy lejos de sus expectativas. Y lo más importante, es irrelevante en la gobernabilidad de la comunidad.
A todo ese panorama se une el fracaso a la izquierda del PSOE. Por Andalucía y Adelante Andalucía han perdido 10 escaños respecto a las elecciones de 2018 donde las diferentes formaciones iban juntas. Las dificultades del PSOE para sumar por su izquierda son evidentes, el bloque de los tres partidos queda muy por debajo de lo que consigue solo Juanma Moreno.
Por Andalucía, el primer experimento de lo que puede llegar a ser el proyecto de Yolanda Díaz de cara a las generales, se ha estrellado. Ya comenzó con mal pie por las tensiones internas entre las diferentes formaciones y el papel de Podemos en la coalición. Serán las mismas dificultades que se encuentre la vicepresidenta a la hora de armar su proyecto. Díaz mantiene desavenencias con la dirección del partido morado liderado por Ione Belarra.
De momento ese proyecto de aglutinar a la izquierda está en una fase muy incipiente. Ni siquiera ha arrancado el proceso de escucha que puede durar meses antes de que Díaz decida dar el paso de ser candidata a las generales. El primer acto será el 8 de julio en Madrid. Sánchez necesita un partido fuerte a su izquierda si quiere tener alguna oportunidad para sumar. En cualquier caso, falta un año y medio para las generales, toda una eternidad en política.