Durga Puja: la Navidad del mundo hindú que dura 10 días, genera millones y se parece a un parque de atracciones
Es una de las fiestas populares más grandes del mundo y al mismo tiempo, poco conocida en Occidente
Genera más dinero que el Carnaval de Río y moviliza más del doble de la población de Calcuta
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El lío empieza en cuanto el avión pisa la pista. Cientos de móviles se encienden al mismo tiempo y comienzan a sonar. El tono de llamada es idéntico e inunda la nave en una sinfonía desordenada y absurda: “apertura” (u “opening”), la melodía que aparece primera en la lista de cualquier móvil. ¿Por qué lo eligen todos? Porque da igual. Al fin y al cabo, en Calcuta, y sobre todo durante estos diez días, hay un ruido permanente de fondo: el del tránsito, caótico per se, y duplicado por las fiestas conocidas como Durga Puja, que convocan a esta ciudad a más del doble de su población.
Quienes aterrizan en este vuelo han llegado a pagar 400 euros por un billete que, normalmente, cuesta entre 60 y 80 euros. Perderse la fiesta no era una opción para ellos. Durga Puja es la Navidad del mundo hindú: Durga es una de las encarnaciones de la diosa Devi, es la guerrera capaz de vencer al invencible demonio Mahishasura, la diosa que salvó a la Tierra de su dominio. Para celebrarla, se organizan una serie de rituales que tienen lugar durante diez días, la mitad de los cuales son festivos, y reúnen no solo a las familias sino a amigos, vecinos, compañeros alrededor de los ídolos de su tradición.
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No se trata de una festividad milenaria sino más bien moderna: empezó a festejarse hace aproximadamente 150 años, en el interior de las casas de clase alta durante el protectorado británico, como una manera de resistencia puertas adentro para conservar las tradiciones hinduistas. A partir de la independencia de India, que se declaró en 1947, la fiesta salió a las calles. Desde entonces se ha sofisticado al punto de convertir la ciudad en un verdadero museo a cielo abierto y, en 2021, la fiesta fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Durga, la diosa que se venera más que a Papá Noel
Asociaciones privadas, o clubes, son los encargados de montar cada uno de los “pandals”, algo así como una galería de arte contemporáneo temporal, de acceso gratuito, que siempre está presidida por una escultura de la diosa y que consta de una instalación que representa una temática vinculada a la idea de la victoria del bien sobre el mal. Los visitantes organizan circuitos para ir a ver la mayor cantidad de “pandals” posible en lo que se conoce como “pandal hopping” o ronda de pandals, una tarea verdaderamente difícil: cada año se montan cerca de 5 mil pandals.
Como la Navidad para el mundo occidental, donde Papá Noel es un icono universal, pese a su origen hinduista, el Durga Puja excede por mucho la fe porque es casi imposible permanecer ajeno a la festividad. La ciudad está literalmente tomada por el evento que según los organizadores -que pertenecen al sector privado- representa la principal industria del estado de Bengala Occidental. No hay otra actividad económica más importante que Durga Puja en la región. La oficina de Turismo no es transparente sobre los números oficiales detrás de la festividad pero han difundido una investigación realizada por el British Council que asegura que el 2.58% del PBI del estado se genera a través de la festividad, lo cual ya es más que lo que genera una festividad como el Carnaval de Río de Janeiro. Sin embargo, desde los equipos organizadores confirman que es mucho más porque Durga Puja no es solo adorar a la diosa: interminables mercados se organizan alrededor de cada pandal, se montan baños públicos con entrada de pago y dispensadores de agua, los restaurantes abren todos los días, los hoteles cubren todas sus plazas. Pero eso es en los días de fiesta. El impacto en la economía empieza mucho antes. Según datos del British Council, el Durga Puja crea 300 mil puestos de trabajo.
En números: cuánto cuesta y cuánto genera para la región
Para construir los pandals, que muchas veces son del tamaño de un edificio o de un parque de atracciones, cada asociación contrata entre 20 y 60 personas. Según el diseño del monumento serán obreros de la construcción o artesanos -bordadores, orfebres, alfareros, expertos en cestería, carpinteros, escultores, pintores-, que trabajan con contratos informales durante por lo menos cuatro meses.
Las asociaciones también contratan a expertos en la temática que van a tratar: historiadores para asesorarlos si van a hablar sobre la Independencia o el proceso de Partición (temas recurrentes en los pandals) o para hablar del cuidado del medio ambiente, un especialista en la materia.
Los ídolos tienen distintos precios: los que presiden los clubes, que son de enormes proporciones y compiten por premios, cuestan arriba de los 5000 euros. Las familias con un buen poder adquisitivo encargan esculturas que van desde los 600 a los 1000 euros, según su tamaño y el artista que lo realice.
Los taxis y rishkas (o tuk tuk) trabajan más que nunca, los agentes de seguridad privada que controlan los accesos a los clubes, los vendedores ambulantes, las peluquerías, los kioscos, también.
Del lado de los espectadores, el Durga Puja implica una exigente inversión en vestimenta: hombres y mujeres gastan todos sus ahorros en armar sus ajuares y llevar sus mejores galas cada día según el código de vestimenta marcado por la festividad. Por ejemplo, el octavo día está vetado el color negro, o el último día, las mujeres casadas deben ir de rojo y blanco.
Según ha dicho al sitio web indio The Wire Ramesh Pandey, director de la compañía Ambuja Reality, que maneja dos centros comerciales en Calcuta, esperan para este mes un aumento del 30% de sus ganancias con respecto al año pasado, que todavía se veía afectado por la pandemia. Solo la venta de saris para las mujeres representa un enorme ingreso comercial, pero además, en esta época la gente intercambia regalos. Los centros comerciales están repletos desde varios días antes que comience la fiesta.
“Todo Bengalí, esté donde esté, quiere volver a Calcuta para el Durga Puja”
Además, está el mencionado coste del traslado. Mahima Mukherjee tiene 22 años y hace unos meses se instaló en Ottawa, Canadá, para estudiar su máster. Tras un vuelo con dos escalas, 48 horas de viaje y una buena suma de dinero por los billetes en temporada alta, llegó para sumarse a los festejos familiares: “Para un bengalí, estar lejos en Durga Puja es un tormento, es lo peor. Todos vienen para celebrar juntos, estén donde estén, si lo pueden pagar, vienen. En mi caso, nunca he estado lejos de casa en este tiempo”, explica.
Su padre, Jaydeep Mukherjee es el creador de los premios International Jury Awards, que galardonan a los mejores pandals de cada año y buscan impulsar el arte y el compromiso detrás de la festividad, además de dar a conocer en el mundo el alcance de esta fiesta: “Es una celebración muy especial, la energía de Durga Puja es festiva, la gente está feliz, aún si tienen que esperar muchas horas para ver un pandal. Todo es alegría durante Durga Puja”.
Un ejercicio de paciencia
Tiene razón. Caminar por Calcuta durante Durga Puja, tomar un taxi o conducir es un verdadero ejercicio de paciencia. Si el área metropolitana de Calcutta tiene alrededor de 19 millones de habitantes, según estimaciones de las agencias de turismo, se registra una circulación de visitantes de más de 40 millones en los diez días de la fiesta. La mayoría de la gente de los alrededores viene solamente a pasar un día o dos, de “pandal hopping”, sin siquiera hospedarse en hoteles. La infraestructura no alcanza para dar alojamiento a esa cantidad de gente y la costumbre ya se ha instalado: moverse de pandal en pandal, comer en los puestos de la calle, usar los baños públicos, asistir a los rituales en el Ganges y volver a casa a recuperar fuerzas para quizás volver unos días después.
Motos, bicicletas, coches, camiones, furgonetas, rikshas, comparten las calles con una marea constante de gente caminando, bailando, comiendo, riendo, haciendo filas, dejándose guiar por la multitud. Como si toda la población de Calcuta estuviera en la calle al mismo tiempo en un desplazamiento permanente, al son del claxon que nunca deja de sonar. De parar, quizás se producirían más accidentes de tránsito. El paisaje sonoro se completa con la música de los pandals, 100% folklore bengalí, tambores, silbatos de los que organizan el tránsito, sirenas de ambulancias, y cinco veces al día, el llamado a la oración de las mezquitas.
Para Jaydeep Mukherjee, quien además de ser un promotor de la festividad es presidente de la Fundación Meghdutam, con varios proyectos para ayudar a mejorar la calidad de vida de los bengalíes, el desafío del Durga Puja, tras convertirse en Patrimonio de la Humanidad, es poder expandir la festividad más allá del centro de Calcuta: “Llevar los pandals a las afueras de Calcuta ayudaría a descomprimir un poco la ciudad en estos días, hacer más llevadera la fiesta para los locales e incluso atraer turismo internacional, además de llevar el arte al campo para que todos puedan disfrutarlo”.