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Las explosivas memorias de Juan José Ballesta: excesos de la fama, paternidad y una crisis personal

"Cuando no puedes salir de casa, cuando todo el mundo te mira, cuando pierdes tu libertad y tu forma inocente de relacionarte con la gente, cuando nadie te trata con naturalidad y te envidian o te desprecian o te odian o quieren aprovecharse de ti porque has dejado de ser una persona y te has convertido en 'un famoso', entonces ser famoso es una puta mierda". Así describe Juan José Ballesta su experiencia con la fama en sus explosivas memorias recién publicadas, La vida mejor: El Bola, la fama, el cine y todo lo demás (Ediciones Destino).

El actor apodado como El Bola, el niño que dio nombre a la película que marcó el cine español en el año 2000, publicó el pasado 16 de octubre su autobiografía. El libro rinde homenaje al cine y, en concreto, a las películas que ha hecho, haciendo un repaso por cada una de sus interpretaciones. Pero también habla sobre los excesos de la fama, de su experiencia siendo padre joven, de la crisis personal que vivió y que ha marcado los últimos años de su vida y, finalmente, da su versión de los hechos de las dos polémicas que han marcado su vida este último año: una denuncia por agresión sexual y otra por robo.

La llegada de la fama y el TDAH

La fama le llegó cuando era todavía un crío. Tenía sólo 11 años cuando rozó la fama. Dejó de ser Juanjo -así le llama cariñosamente su entorno- a ser conocido como El Bola, film que protagonizó y por el que ganó un Premio Goya. A los 17 años le llegó la Concha de Plata del Festival de San Sebastián por su interpretación en 7 vírgenes, convirtiéndose en el primer intérprete más joven que conseguía este galardón en San Sebastián. Dos importantísimos reconocimientos que marcaron su trayectoria profesional con los que tocó el techo de la profesión. Y todavía era menor de edad. "Verte ahí arriba es imaginar que te caes desde una altura muy grande, y a mí las alturas no me gustan nada", explica Ballesta en el primer capítulo de su obra titulado Mal de altura.

"Cuando veo que estoy muy arriba, que me va a entrar el vértigo, que se me queda la cabeza como sin sangre y empiezo a temblar, me bajo. Esto es lo que he aprendido a hacer, a bajarme cuando me da el mal de altura. Y no me refiero solo a la fama, que no es más que una variable que no depende del todo de ti. Me refiero también a la ansiedad de las redes sociales, a la soledad, al miedo al fracaso..., a un montón de emociones que también te pueden dejar sin aire y como suspendido en el vacío".

Juan José cuenta que una de las primeras cosas que hizo al ganar dinero fue comprarle un coche a su madre, ya que si no "ella nunca lo hubiera hecho". A ella le dedica el tercer capítulo de su historia, donde relata que fue ella quien percibió que su hijo podría tener altas capacidades. "Me hicieron la prueba, y el psiquiatra dijo que sí, que era muy listo, que tenía un 135 de coeficiente intelectual".

Pese a ello, era un chico con déficit de atención, con hiperactividad, "rebelde e inquieto" al que no tardaron en diagnosticarle un Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). Pero cuando le decían "acción", este trastorno parecía esfumarse.

Los excesos de la fama

La fama, que ahora a sus casi 40 años ya ha aprendido a manejar, tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. Las malas le alcanzaron demasiado pronto. Ballesta subraya que sus compañeros de colegio no tardaron en llamarle "el chulito de las películas". "Se generó una envidia tan chunga que me insultaban a diario, me querían pegar, pasaban de integrarme en los juegos y hablaban mal de mí. El día que mi madre decidió que ya había tenido suficiente fue un día que unos niños me pegaron un chicle en el pelo y me tuvieron que rapar al cero".

Esto no fue lo único dañino que le causó con la fama. También la pérdida de su privacidad. "No mola cuando tienes que huir porque la gente te persigue y te quiere robar o sobar y tú no conoces a esa gente de nada, y tienes miedo y ganas de descansar o estar solo", se lamenta. "Así que decidí dejar el cine, porque no era feliz". Unos excesos de la fama, sumados a que estaba en plena edad de divertirse, pasárselo bien, salir de fiesta y disfrutar con sus amigos que terminaron agotándole. Así que se puso a trabajar de marmolista y después de albañil cobrando unos 700-800 euros al mes. Volvió a la interpretación poco tiempo después, sin dejar de lado sus otros trabajos.

Uno de los aspectos más peculiares de la vida personal y profesional del actor de Parla es la forma de la que se ha evadido del estrellato, de la popularidad: ir a trabajar a obras con su padre e ir con su actual socio a instalar pantallas led. Un equilibrio vital al que ha llegado tras mucho aprendizaje y que ha sabido afrontar, entre otras cosas, gracias a la paternidad temprana.

La llegada de 'Juanito'

Juan José Ballesta se convirtió en padre con sólo 20 años fruto de su entonces pareja, Verónica Rebollo, a quien llama "La Vero". "Desde la segunda vez que nos vimos no nos volvimos a separar nunca más en 15 años".  Juanito, como le llama cariñosamente y a quien quiere con locura, llegó al mundo en 2007. En ese mismo instante, El Bola ya estaba preparado para ser padre, pero su pareja no. "Ella cayó en una depresión. Lloraba muchísimo. Luego nos enteramos de que se trataba de una depresión posparto (...) Yo tengo que decir que disfruté muchísimo de esa primera fase de paternidad. Me consideré padre enseguida. Pero esa reacción de Vero fue dura para todos", señala.

"A ella le daba miedo tocar al niño, agarrarle, cogerle, y yo tenía que curarle los puntos a ella, desinfectarle el cordón al niño, hacer los biberones y darle las tomas, prepararle a ella la comida... Fue muy intenso (...). En fin, ya sabéis cómo son los primeros días con un bebé en casa. A Vero la depresión le duró poco, mes y pico". Desde entonces, sus vidas pasaron a ser otras. Sin embargo, en 2021 la vida de Ballesta volvió a dar un giro de 180 grados, y no volvió a ser la misma.

La crisis personal

En enero de 2021, el propio actor anunció su separación de Verónica, haciendo frente a uno de sus momentos más duros y sufriendo una crisis personal. "En cuanto se fue Vero me di cuenta de una cosa muy importante de mí que yo en el fondo sabía pero que nunca había experimentado de verdad. No soporto vivir solo. La soledad me aplasta como si se me cayera el cielo encima. Sin Vero me volvía loco. Me echaba a llorar todo el rato, llamaba a mi madre o me derrumbaba delante de la cámara del teléfono como un niño, delante de España entera. Y cuando digo España entera me refiero no solo a mis seguidores de las redes sociales, sino a la prensa y las televisiones, que vieron un filón de lo que me estaba pasando. En pocas palabras: toqué fondo", apunta el actor.

Para consolarle, su madre y su representante le recordaron "todas las cosas que no hice porque Vero no quiso". "Pero al principio, toda esa libertad me sobraba. Quiero a la Vero, quiero mi vida de antes y no tengo consuelo (...). Yo no veía horizonte. Comprendí lo que significaba estar desesperado, en un agujero negro, sin salida, en un pozo de soledad. Yo la sigo queriendo, pero ella pasa de mí. ¿Cómo no voy a llorar", continúa el intérprete de Un hombre de acción.

Le tocó reconstruirse, y no fue fácil superar esta crisis personal. Pero lo hizo. Lo consiguió.

Los últimos capítulos del libro se centran en su denuncia por agresión sexual cometida en el verano de 2023 y por la que un juez le llamó a declarar en noviembre del año pasado. El actor negó y niega los hechos, afirmando que "no soy culpable". También se centran en la denuncia por robo tras la que quedó en libertad sin cargos, un caso que fue desestimado pero por el que acabó pasando "la peor noche de mi vida".

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