Jesús Janeiro no podía ni imaginar la persona que iba a sorprenderle en esta entrevista con Bertín Osborne. Manolo Mayán, mozo de espadas de Jesulín, ha acudido a la llamada del presentador para pasar un rato divertido con el torero y para compartir con la audiencia del programa algunos de los secretos mejor guardados del torero.
Manolo lleva trabajando más de 30 años junto a Jesús, 30 años en los que el mozo de espadas ha vivido junto a él infinidad de anécdotas. Hablando en confianza con Manolo, Jesús Janeiro ha contado el verdadero motivo por el que empezó a dedicarse al mundo del toro, una razón que no muchos conocen:
“Yo empecé a torear sin vocación, yo empecé en el mundo del toro para hacer dinero con la que pagar una deuda que mi padre tenía por haber llevado a grandes artistas a cantar a Ubrique”.
Una de las personas a las que Humberto Janeiro debía dinero era a la gran Rocío Jurado, una anécdota que Bertín había escuchado y que quería conocer a fondo:
“No hubo un problema con ella, simplemente es que cuando una artista va a cantar tiene que cobrar, mi padre en la feria de ese año en Ubrique llevó a Bigote Arrocet, a los Payasos de la tele y después, como plato fuerte, vino un día El Fary, otro Manolo Escobar y el último Rocío Jurado”.
Pese a que el cartel de la feria de Ubrique era espectacular, aquel año la feria no fue el éxito que el padre de Jesús, un adolescente por entonces, había previsto:
“Cuando terminó aquella feria yo recuerdo que mi padre lo pasó muy mal porque las cosas no habían salido como él esperaba (…) Rocío Jurado fue muy comprensiva con mi padre, pero aún así le dijo que los gastos de su actuación los tenía que pagar (…) Mi padre quería vender una finquilla que teníamos para pagar a Rocío, pero yo le dije a mi padre que si la vendía yo no podría aprender a torear, en ese mismo momento mi padre quitó el cartel de ‘se vende’ y yo empecé en la escuela de toreo a los 13 años”.
Jesulín de Ubrique le ha explicado a Bertín Osborne que aún recuerda sus inicios como becerrista: “El primer becerro que yo maté se llamaba ambiciones, de ahí el nombre de nuestra finca”. Cuenta además Jesús que el gran torero Antonio Ordoñez se fijó en él y que a partir de ahí todo fueron éxitos: “Con 14 años di la entrada para un piso, con 15 años compré el piso y un coche, y con 16 años yo ya tenía una finca”.