La reflexión del Recio: "Las marujas son como Rambo, viven día a día”
Como Alejandro le ha fiado a muchas clientas del Recio, ahora le va a tocar ir casa por casa para cobrar lo que deben
Desde que el padre Alejandro ha comenzado a trabajar en la pescadería de su suegro al Recio no le cuadran las cifras. El mayorista ha decidido bajar y ver qué pasa en su negocio. Al ver la cola delante de su puesto, Antonio ya no entiende nada: “Uy no me salen las cuentas, este cura me está sisando”.
Pero cuando ve la escena, salta como nunca: “¿Estás regalando mi pescado a las clientas?”, no, solo las está fiando hasta que puedan pagarlo. Antonio alucina, si les dice que pagan cuando puedan, nunca van a pagar. Porque “las marujas son como Rambo, viven día a día”, le explica a su yerno.
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Para tranquilizarle, Alejandro le dice que lo tiene todo apuntado en una libreta. Tiene muy claro el dinero que deben en la pescadería. “Ya está yendo puerta por puerta a cobrar mi deuda”, le manda el Recio al excura, “¿pero cómo voy a hacer eso que lo están pasando fatal las pobres?, le contesta. Algunas están en paro, otras tienen hijos drogadictos y otras están enfermas. Pero eso al pescadero le da igual, además le exige a su yerno que se vista de cura porque impone más: “Ahora vas a ser el cobrador de la sotana”. ¿Será eso muy ético?
En cuanto Antonio se ha puesto a trabajar en la pescadería, todas las clientas se han ido corriendo porque ninguna quiere pagar: “¡Qué gentuza!”, ha exclamado indignadísimo.
Una vez en casa, Alba y su padre saltan, y el Recio les echa. Berta intenta convencer a su hija de que no se vaya, pero no está dispuesta a aguantar los reproches de su padre. Y no tienen otra que irse a vivir al trastero.