Al enterarse de que Bruno ha puesto en alquiler su piso y se dispone a compartir piso con Enrique, Antonio tiene la sensación de que tiene que hacer algo para recuperar a su amigo y quitarse al pianista loco de en medio y con la ayuda de Fermín se va en busca de unos okupas. Lo que no podía imaginar el mayorista es que en la casa del músico se iban a colar los vecinos más queridos de Montepinar.
Tras visitar una casa de okupas yonkis, Fermín y Antonio hacen un contrato falso a una familia gitana para okupe el piso de Quiroga, sin pensar que estaban ante el gitano más educado y legal que se podían encontrar. Por su parte, Bruno alquila su piso a un aspirante a pianista y pretende que entre en la vivienda sin que los vecinos se enteren e intenten impedírselo ya que estaban dispuestos a hacer un casting de inquilinos.
Para sorpresa de Bruno, cuando llegan a la casa, ya están dentro sus nuevos inquilinos una familia gitana que supuestamente tienen un contrato firmado por él donde les arrenda la vivienda por 200€. Quiroga entra en brote y no puede creer lo que está sucediendo. Tiene okupas en su casa y a su nuevo inquilino viviendo con Enrique y con él para que no le denuncie.
El pianista loco, como le llama Recio, corta la luz a la familia gitana tras intentar ir por la vía legal y enfrentarse con la hija gitana y abogada. Los gitanos intentan ganarse el cariño de Bruno y le piden que les de la luz para celebrar el cumpleaños de la pequeña de la casa, pero no lo consiguen y con ayuda de Doña Fina acaban celebrando la fiesta en el portal.
Todos los vecinos están encantados con la nueva familia de Montepinar y no dudan en hacer una cadena humana para evitar que los desokupas les echen del edificio. Sin embargo, no es necesario su intervención ya que el nuevo vecino decide marcharse y abandonar un lugar dónde nos les quieren. Un acto que hace que Bruno se termine sintiendo mal y les pida que sigan viviendo en su piso.