Bruno Quiroga no puede irse de Mirador de Montepinar porque así se lo ha recomendado su terapeuta, pero para hacer más llevaderos sus problemas ha pensado en mudarse a otra vivienda del edificio. ¿Y quién es el vecino más parecido a él? ¿Quién es el más culto, educado… y al que todos se le acoplan en casa? Enrique Pastor.
Enrique acepta la oferta de Bruno y ambos viven juntos en el bajo. Están muy contentos con el cambio, pero parece que los vecinos van a hacer todo lo posible para fastidiárselo. Les boicotean la barbacoa y doña Fina aprovecha cada vez que salen al patio para tirarles por encima arena de gato.
Llega un momento en que Bruno se harta y sube a casa de la vieja para decirle unas cuantas verdades a la cara. ¡Vale ya de ser un blandengue! Los insultos de “bruja grosera” y “anciana malévola” solo provocan risa en doña Fina, pero entonces el maestro se enciende y hace el discurso más hiriente que le hemos escuchado hasta la fecha. Estas fueron sus palabras:
“Es usted la persona más grimosa y desagradable que he conocido en mi vida. Con esa cara de grulla amargada y ese pelo sucio repegado. Y esa ropa de mercadillo de modas Pepi que parece que la viste a usted un ciego. Que se acerca uno a usted y huele a naftalina, a armario cerrado, a urinario de estación, a película de Garci. Entiendo perfectamente que se mire al espejo y se le quiten las ganas de vivir porque lo único que ve es el reflejo de un alma podrida”.
Doña Fina se quedó de piedra después de orí estas palabras y su reacción fue… ¡autolesionarse para poder denunciar a Bruno! Lo que no se esperaba era la reacción que tuvo el pianista…