Mila, una señora de 84 años, podría ser desahuciada por un fondo buitre y quedarse en la calle. La mujer, ya mayor, en un intento de solidaridad, avaló a un familiar con una empresa constructora que quebró durante la crisis. Ahora, ella es la perjudicada y la amenazan con el desahucio de la casa donde ha vivido toda su vida. En 'La mirada crítica' la hemos entrevistado junto a su nieta, Alba, y durante la entrevista, han dejado claro su deseo de que su historia sirva para concienciar a la sociedad de que esta terrible situación podría ocurrirle a cualquiera.
Mila ha explicado que ha tenido pesadillas y que esta pasando por un momento terrible: "Muchas, muchas pesadillas y noches sin dormir. Me acuesto y no hago mas que pensar y pensar, lo estoy pasando fatal".
"El banco se quedó con la casa y con el dinero. Eso fue en 2008, cuando empezó la crisis y se aprovecharon”, ha recordado. "Ahora dicen que me vaya a un asilo. Prefiero morirme antes que irme ahí", ha indicado.
En medio de todo este caos, Alba organizó una recaudación de fondos en la plataforma GoFundMe para intentar recomprar la vivienda al banco que la embargó. El caso ya está publicado y abierto a cualquier tipo de ayuda que será bien recibida por la anciana, que no tiene forma de conseguir dinero por otros medios. Según explica Alba en el post, su abuela lleva muchos años sumida en una depresión sumada a un trastorno generalizado de ansiedad que la incapacita para hacer vida normal. La mujer ha agradecido enormemente a su nieta por acompañarla y ayudarla a encontrar una solución a su terrible problema: "No tiene precio, no sé de donde saca las agallas", ha concluido orgullosa.
"La mirada crítica" también habló con Carmelo, un jubilado que alquiló su piso a unos inquilinos que dejaron de abonar la renta, acumulando ya una deuda de 67.000 euros y como con Mila, también enfrenta problemas de pago.
El piso okupado era la vivienda familiar de Carmelo y hace cinco años la puso en alquiler. Él considera esta propiedad como "su plan de pensiones" pero, a día de hoy, se siente completamente desamparado. Los inquilinos le presentaron sus nóminas e incluso contaron con el aval del padre de uno de ellos, pero casi desde el principio surgieron problemas. Intentó resolver la situación llamando a la justicia, pero el conflicto ha persistido: "Es desesperante; ya son cinco años sin cobrar y seis desde que firmé el contrato".