Con una historia que se remonta a 1946, el Bar Boia de Cadaqués no solo ha sido un lugar de encuentro, sino también un testigo silencioso de momentos inolvidables protagonizados por grandes figuras del arte, la literatura y la cultura. Su cierre, anunciado recientemente debido a circunstancias ajenas a la voluntad de sus propietarios, marca el fin de una era para uno de los espacios más emblemáticos de la Costa Brava.
Entre las paredes del Bar Boia, Salvador Dalí, Marcel Duchamp y Man Ray compartieron charlas y copas, inmortalizando este rincón como un epicentro de creatividad. Dalí, fiel a su estilo excéntrico, solía pedir un Dry Martini servido con una aceituna que colocaba cuidadosamente como parte de su performance personal. Marcel Duchamp, gran amante del ajedrez, prefería un Pastis mientras jugaba partidas interminables en la terraza del bar. Por su parte, Man Ray optaba por un clásico Vermúth, una elección que reflejaba su elegancia minimalista.
Otro ilustre que pasó por el Boia fue escritor Gabriel García Márquez, al que podemos imaginar durante sus estancias en Cadaqués, inclinándose por el Ron con cola, una bebida sencilla que lo acompañaba mientras anotaba ideas para sus relatos. Josep Pla, cronista por excelencia de la Costa Brava, disfrutaba de un vaso de vino tinto local, del tipo "vi de pagès", que maridaba con las tapas de anchoas que tanto elogió en sus escritos.
El Bar Boia no solo era un lugar para degustar bebidas, sino también un espacio donde las conversaciones y las ideas fluían como el vino. Durante los años 60 y 70, la gauche divine catalana encontró en el bar un lugar perfecto para sus encuentros. Escritores, artistas y cineastas, como Rosa Regàs y Terenci Moix, brindaban y debatían sobre política, arte y literatura, dejando una huella imborrable en el aire bohemio del Boia.
Manel Vehí, cuarta generación al frente del local, elevó la coctelería a otro nivel al introducir una carta con más de 150 combinados que mezclaban tradición e innovación. Entre las creaciones más populares destacan el "Mediterranean Mule", un guiño al mar que baña Cadaqués, y el "Daliniano", un cóctel inspirado en el surrealismo que combina ginebra, licor de saúco y una pizca de absenta.
Su ubicación privilegiada, frente a la playa, con vistas a la icónica bahía de Cadaqués, permitía al Bar Boia ofrecer no solo un servicio impecable, sino también una experiencia única. La brisa marina y los atardeceres dorados eran el marco perfecto para disfrutar de una bebida, ya fuera un sencillo café o uno de los sofisticados cócteles de la casa.
El anuncio de su cierre, tras nada menos que 79 años de actividad, ha causado un profundo pesar tanto en los habitantes de Cadaqués como en los miles de visitantes que han pasado por sus mesas. La bajada de persiana ha sido efectiva el pasado 4 de enero, tras una serie de problemas administrativos. Según ha comentado Pere Vehí, renovaron la concesión que tenían hace casi una década, pero “alguien reclamó”, tras lo que recientemente recibieron una notificación de cese de actividad de parte de la Generalitat. Un total de 26 personas se quedan sin trabajo, y la localidad sin uno de los puntos más emblemáticos de su vida cultural y nocturna.
El impacto de este cierre no se limita a la pérdida de un bar, sino también al fin de un espacio de encuentro y memoria cultural que ha formado parte de la identidad de Cadaqués durante ocho décadas.
Aunque las puertas del Bar Boia se cierren, su historia y su influencia seguirán vivas en los recuerdos de quienes lo frecuentaron. Desde Dalí y Duchamp hasta los turistas anónimos que encontraron en sus mesas un refugio, el Bar Boia deja un legado imborrable de creatividad, camaradería y buen gusto. Cada brindis que allí se hizo es ahora parte de la leyenda de Cadaqués.