¿Por qué se nos queda la boca áspera cuando comemos uvas con pepitas?

  • Cuando llega la Nochevieja se preparan las uvas, aunque a muchos el sabor de las pepitas no les haga mucha gracia

  • Las pepitas de las uvas son duras, amargas y nos dejan la boca como un trapo

  • ¿Por qué nos producen esa sensación? ¿Podemos comerlas sin problema o es mejor quitarlas?

Si hiciéramos una encuesta para preguntar qué es lo que menos gusta de las uvas, probablemente la mayoría de la gente respondería que son las pepitas. Suelen causar rechazo debido principalmente a dos motivos. Por una parte, su dureza resulta molesta, sobre todo porque contrasta con la del resto de la uva, que es una fruta relativamente blanda. Por otra parte, la otra característica que molesta a la mayoría de la gente es que cuando las comemos nos dejan una sensación áspera en la boca, como si estuviéramos masticando un calcetín. Sin olvidar además su sabor amargo, que tampoco suele ser muy apreciado. 

Los responsables de esa sensación 

Esa sensación de aspereza se debe a que las pepitas de las uvas contienen taninos. Estos compuestos se unen a la mucina, un componente presente en la saliva que se encarga de lubricar nuestra boca. Cuando ambos compuestos se unen, precipitan, de manera que la mucina deja de cumplir su función. Por eso nuestra boca queda seca y nos cuesta deslizar la lengua por el paladar. 

Esa sensación se conoce como astringencia y no solo la encontramos cuando comemos las pepitas de las uvas. Si nos paramos un momento a pensar, seguro que nos vienen a la mente un montón de alimentos con los que nos pasa eso, precisamente por su contenido en taninos. Por ejemplo, el té, los caquis, las nueces o las tiras de los plátanos, por citar algunos.  

Esta sensación podemos encontrarla también en muchos vinos tintos, precisamente porque, durante su elaboración, se encuentra en contacto con los raspones y las semillas de las uvas, de manera que los taninos pasan desde estos últimos hacia el primero. 

¿Qué son los taninos? 

Los taninos son compuestos fenólicos de origen vegetal que las plantas producen como defensa natural, frente a microorganismos y también frente a animales herbívoros. Precisamente encontramos un buen ejemplo en las semillas de las uvas. Como están recubiertas de taninos producen en la boca una sensación astringente que, junto a su sabor amargo, disuaden a los animales de masticarlas. Así, son ingeridas enteras y permanecen íntegras, de manera que son dispersadas en el medioambiente a través de las heces y pueden cumplir su función de dar lugar a nuevas plantas. 

¿Qué pasa si quitamos las pepitas? 

Desde el punto de vista de la nutrición y de la salud las semillas de las uvas poseen características interesantes. Por ejemplo, tienen propiedades antioxidantes y prebióticas, es decir, favorecen el buen estado de nuestra microbiota intestinal. Además, contienen ácidos grasos que también resultan de interés.  

De todos modos, si decidimos no comerlas, ya sea porque nos molesta su dureza, su astringencia, su sabor amargo o todo ello a la vez, no hay de qué preocuparse porque su aporte en el conjunto de la dieta es muy poco significativo.  

Incluso hay casos en los que es preferible retirarlas. Por ejemplo, para prevenir atragantamientos, sobre todo en el caso de personas que tienen problemas de disfagia y en niños menores de cinco años (en estos casos es importante además trocear las uvas para prevenir ese problema).  

No son tan malas como las pintan 

Es fácil tener manía a las pepitas de las uvas por esas sensaciones que producen, dado que a muchas personas les resultan desagradables. Pero, como acabamos de ver, no son tan malas como las solemos ver. Como acabamos de mencionar, contienen compuestos interesantes desde el punto de vista nutricional. Tanto es así, que se utilizan como materia prima para obtener aceite.  

En nuestro entorno no es muy consumido actualmente. Pero podemos encontrar aceite de semilla de uvas como ingrediente en algunos productos. Sobre todo en aceites de girasol especiales para freír. Eso sí, en ese caso debe indicarse su presencia en la lista de ingredientes, ya que de lo contrario estaríamos hablando de un fraude de consumo.

¿Y qué pasa con las uvas que ya se venden sin pepita? 

Desde hace años podemos encontrar en el mercado uvas que ya se venden sin semilla y que se han desarrollado precisamente para evitar las molestias que estas producen.  

Este tipo de uva genera ciertos recelos entre algunas personas porque piensan que para producirlas se ha hecho algo extraño y que incluso podrían afectar negativamente a la salud. Pero nada de eso. En realidad se han desarrollado mediante cruzamientos entre diferentes variedades. Es decir, podemos comerlas sin preocupación, igual que las uvas con semillas. 

Suscríbete a la newsletter de Gastro y te contamos las noticias en tu mail.