Asturias está de enhorabuena después de que el comité intergubernamental de la organización de las Naciones Unidas que se celebra esta semana en Asunción, Paraguay, haya declarado a la sidra asturiana Patrimonio Mundial Inmaterial por la Unesco tras analizar las 58 candidaturas que había sobre la mesa. “En torno a la sidra hemos construido un paisaje cultural propio, un vivir y sentir Asturias que imprime carácter y nos distingue”, destacaba la candidatura española.
La sidra es una de las grandes señas de identidad de Asturias, donde la gastronomía local tiene una gran importancia en su cultura y precisamente esta bebida surgida de las manzanas es parte de la historia de la región. Ya se hablaba de ella en escritos medievales tanto del cultivo de los manzanos como de las técnicas de elaboración, aunque muchos expertos sostienen que su creación se remonta a más de 2.000 años atrás.
La sidra de Asturias tiene su propia Denominación de Origen Protegida, donde se defiende su proceso de elaboración tradicional y las variedades de manzanas, seleccionadas con precisión, que hacen de esta bebida algo tan especial.
Pero si hay algo que llama la atención sin duda es cómo se sirve, la sidra, lo que se conoce como el escanciado, una imagen icónica de la región que llama la atención de cualquiera que nunca haya visto cómo se escancia una sidra asturiana.
Sin embargo, y pese a que parece que es un gesto anecdótico, lo cierto es que el escanciado es un paso imprescindible para poder disfrutar de la sidra como es debido. “Para despertar el carbónico y alcanzar la frescura de su sabor, la sidra natural tradicional debe ser servida utilizando una técnica muy particular, el escanciado, que requiere de una considerable habilidad y precisión”, destacan desde la Denominación de Origen.
El escanciado consigue que tanto el sabor como el aroma de la sidra se vean potenciados, y para ello es necesario hacerlo bien y tener la precisión exacta para verter sobre el vaso lo que se conoce como ‘culete’, unos 100 mililitros que se tienen que beber inmediatamente después de servirse para poder disfrutar de las burbujas que surgen gracias a este proceso tradicional.
Escanciar bien no es una tarea sencilla, por algo existen los escanciadores profesionales. Lo primero es usar vasos específicos para sidra, de cristal fino. Para el escanciado la postura es clave, manteniendo la botella sobre la cabeza y el vaso inclinado debajo de la cintura en el centro del cuerpo. Los ideal es que el vaso se coja con la mano izquierda, con los dedos índice y pulgar alrededor del cristal y el corazón justo por debajo. De esta manera, la sidra cae de forma recta sobre el borde del vaso, despertando así su aspecto carbonatado que hará delicias en nuestro paladar.
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