El único plato que Prince sabía cocinar frente a todos los que su chef le preparaba

Prince fue una estrella que demostró a lo largo de su extensa carrera su talento para cantar, bailar, componer canciones, tocar la guitarra y otros instrumentos. Sin embargo, la gastronomía no era su fuerte. El artífice de temas como ‘Purple rain’ y ‘Kiss’ llegó a reconocer en televisión que solamente sabía preparar un plato.

Lo contó cuando acudió como invitado estelar al programa estadounidense ‘The Arsenio Hall Show’ en 2014, dos años antes de su fallecimiento. Cuando una persona del público del citado ‘talk show’ le hizo una pregunta sobre las tareas domésticas que podía hacer, el músico acabó confesando en tono de humor: “Puedo cocinar, pero solo una cosa, tortillas. Todos mis amigos tienen el colesterol alto”.

La chef de Prince

La cocinera y estilista gastronómica Margaret Wetzler pasó a ser la chef privada de Prince en 2008, semanas después de que ella se graduara en una escuela de cocina. “Estaba disponible las 24 horas del día y los 7 días de la semana. Preparaba comidas diarias para él y sus invitados y organizaba cenas elaboradas en el último momento”, compartió sobre su experiencia profesional. Ella le sirvió mucho más que tortillas: “Sé que se preparaba huevos revueltos para el desayuno porque la sartén estaba esperando en el fregadero cuando yo aparecía”.

Su historia con Prince comenzó cuando un contacto que había cocinado de manera ocasional para él le comunicó que el cantante estaba buscando chef. Su primera prueba de fuego consistió en cocinar la comida en una fiesta posterior a la entrega de los Óscar. “En aquella época era pescetariano, amaba los sabores asiáticos”. Margaret preparó rápidamente un menú de estilo oriental, con empanadillas chinas y rollitos vietnamitas, en un evento en el que estuvieron estrellas como Stevie Wonder y Salma Hayek.

La llamaron para hacer otra prueba pocos días después y le comunicaron que tenía dos horas para presentarse y servir tres platos: “Corrí a comprar los ingredientes y volví rápidamente a casa de Prince”. El músico, su mánager y su novia la observaron mientras cocinaba salmón teriyaki con espárragos a la parrilla, sopa agridulce y sorbete de coco con mango como postre.

Tras varios días, Margaret estaba de camino a una boda cuando recibió otra llamada. Le comunicaron que había conseguido el puesto y le advirtieron que no podría compaginarlo con otros proyectos: “Tienes que estar siempre disponible. Por cierto, es una persona nocturna. Empiezas esta noche”. Tuvo que dar media vuelta, perderse la ceremonia e ir a comprar ingredientes para preparar una cena para Prince y Ryan Seacrest. El cantante y el presentador probaron lubina glaseada con miso sobre una base de fideos y helado con un crujiente de azúcar.

Las peticiones culinarias de Prince

La chef de Prince compartió que durante sus primeros meses trabajando para la estrella estaba muy nerviosa esperando las llamadas de sus asistentes: “Nunca sabía qué cocinar. Tenía una lista de ideas, pero inevitablemente entraba en pánico y llamaba a mis amigos para pedir consejo”. Sin embargo, con el paso del tiempo empezó a sentirse más cómoda. “Era muy reservado, misterioso y excéntrico, pero muy educado y amable”, dijo sobre el artista. “Le gustaba comer saludable, pero luego pedía quiche y un batido”, añadió.

Invitados famosos, como Orlando Bloom y Kristin Chenoweth, acudían a cenar a su hogar a menudo. Margaret Wetzler rememoró algunas peticiones de Prince que le costó satisfacer, como cuando quiso una tarta de cumpleaños a las 11 de la noche, cuando solo tuvo dos días para pensar y preparar la comida para una multitudinaria celebración llena de celebridades, o cuando tuvo que organizar una fiesta del té al estilo británico en una hora.

La chef admitió que hubo un único plato que Prince le devolvió diciendo un contundente “no”: una sopa picante con demasiada cebolla. Por otra parte, destacó que expresaba su gratitud a menudo. “Una noche cociné crepes de soja verde rellenos con verduras y pescado sobre arroz negro. Él volvió a la cocina y me dijo: ‘Esto es muy bonito. Todos mis invitados están muy felices’”, relató. Wetzler acabó renunciando a su puesto ante la imposibilidad de pedir un par de días libres: “Lo dejé. Sabía que si seguía así nunca volvería a tener otra cita o incluso tomar una copa con un amigo. Necesitaba una vida”.

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