“Uy no, yo no como plátano ni cerezas, que engordan mucho”. Quizá hayamos oído algo como esto en alguna ocasión. O puede que incluso lo pensemos. Hay frutas que tienen mala fama porque mucha gente asocia su contenido en azúcares y su aporte de calorías con el aumento de peso. Pero se trata de una fama no merecida.
Entre las frutas que suelen incluirse en esa 'lista negra' se encuentran algunas como el plátano, las uvas, los higos, las cerezas, la chirimoya o el caqui. De hecho, en muchas de las dietas que circulan por ahí, de esas que imponen reglas concisas, estrictas y sin fundamento, podemos encontrar restricciones al consumo de este tipo de frutas; por ejemplo “solo se puede comer un plátano a la semana”, o “no comer más de cinco uvas”.
Lo cierto es que 100 gramos de esas frutas que acabamos de citar no aportan más de 80 calorías:
Si nos vamos a frutas más calóricas, un aguacate mediano aporta 140 kcal., igual que una ración de coco (unos 40 gramos). Por ponerlo en contexto, un helado almendrado de chocolate aporta 270 kcal., un yogur natural sin azúcar, 67 kcal. y un plato de espaguetis a la boloñesa unas 450 kcal.
En cualquier caso, aunque conviene tener en cuenta el aporte calórico de los alimentos, no es algo que deba obsesionarnos porque no es lo más importante.
Lo primero que debemos tener presente es que no somos máquinas. Nuestro organismo es muy complejo, como también lo es el modo en que metaboliza y utiliza los alimentos que comemos. Así que comer o planificar una dieta no es tan simple como sumar y restar calorías, ni mucho menos.
Esto nos lleva al segundo punto: no todas las calorías son iguales. No es lo mismo obtener 100 kcal. a partir de un helado de chocolate que hacerlo a partir de un plátano. Este último es un alimento saludable, que aporta nutrientes interesantes para nuestro organismo, algo que no ocurre con un helado de chocolate.
La idea que subyace detrás de esas creencias infundadas en torno a las frutas es que, como contienen azúcares (o grasas, en el caso de aguacate y coco), “son malas, aportan muchas calorías y engordan”.
Es cierto que estos nutrientes se encuentran en cantidades considerables en algunas de ellas, pero conviene tener presente lo que acabamos de mencionar para el caso de las calorías: no es lo mismo ingerir azúcares comiendo un plátano, que hacerlo bebiendo un refresco. Igual que no es lo mismo ingerir grasas comiendo un aguacate que hacerlo comiendo una pizza de beicon.
En primer lugar, esos nutrientes no son iguales en ambos casos. Por ejemplo, la composición de la grasa de un aguacate dista mucho de la que conforma la grasa que encontramos en una pizza de beicon: la primera es saludable y esta última no lo es.
En segundo lugar, hay que considerar en qué forma se encuentran esos nutrientes y cómo los ingerimos. Por ejemplo, los azúcares de la fruta, se encuentran dentro de las células, así que a medida que la masticamos, se van liberando, absorbiendo y metabolizando lentamente (debido también a la presencia de fibra). Sin embargo, cuando bebemos un refresco esto no ocurre: los azúcares se absorben y metabolizan muy rápidamente, lo que puede generar problemas de salud a medio-largo plazo. Eso por no mencionar que en una fruta encontramos muchos otros nutrientes interesantes que no se encuentran en productos como los refrescos: vitaminas, minerales, antioxidantes, etc.
En cualquier caso, no conviene obsesionarse con los nutrientes de forma aislada ni tomar esto como criterio para evaluar un alimento o planificar una dieta, lo que se conoce como “nutricionismo”, sino que conviene evaluar el alimento (y la dieta) en su conjunto.
En definitiva, la fruta es saludable y, si no tenemos problemas concretos que nos lo impidan (por ejemplo, alergias), podemos comerla sin preocupación. Los alimentos que se asocian al sobrepeso y la obesidad no son precisamente las frutas, sino productos insanos, como refrescos, bollería, etc. Hay que tener en cuenta además, que el exceso de peso es un problema que tiene múltiples causas.
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