El trágico duelo final de ‘Entrevías’, protagonizado por el ingenio de Tirso Abantos y la crueldad de Romero

Tirso Abantos consigue cumplir sus últimos deseos antes de abandonar Entrevías para siempre. El ferretero, que estaba decidido a acabar con Romero por asesinar a su nieta Irene entre sus brazos, protagoniza un trepidante duelo, en el que sale a relucir su astucia y queda retratada, una vez más, la incansable malicia del excomisario transformado en mercenario.

Desde que Tirso Abantos tuvo que despedirse de Irene en el final de la tercera temporada de ‘Entrevías’, nada ha vuelto a ser lo mismo para el ferretero. Romero, el asesino de su nieta, se convirtió en su obsesión, y una vez que dio con él, estaba determinado a acabar con el excomisario, aunque eso supusiera tener que morir junto a él.

En la cuarta temporada de ‘Entrevías’, Tirso tiene varios encuentros con Romero, hasta que el ferretero y el excomisario protagonizan el definitivo en el capítulo final de la serie.

Abantos tiende una trampa a Romero y le cita en ‘El Colorado’, el edificio de ‘Entrevías’ que está a punto de ser demolido con explosivos. Precisamente este edificio tiene mucho que ver con Romero, pues en este capítulo conocemos que los empresarios detrás del nuevo plan de construcción de ese terreno han pagado al excomisario para que “limpie” el barrio.

Romero acude al punto de encuentro para hacerse con un maletín, cargado con un millón de euros. Este botín, que es el pago de Romero por “limpiar” el barrio, llega a manos de Tirso por casualidad y el ferretero decide emplearlo en su plan para acabar con Romero.

Las instrucciones de Tirso a Romero son claras: tiene que aparecer desarmado en ‘El Colorado’ para enfrentarse a él cuerpo a cuerpo, sin armas. Solo si gana podrá hacerse finalmente con el maletín.

Pero cuando Romero llega al punto de encuentro, lo hace empuñando un armaTirso le indica que el maletín está dentro de la nave que está a punto de ser demolida, pero también le avisa que no será fácil dar con él si le mata, pues se ha encargado de esconderlo.

Romero, arma en mano, obliga a Tirso a dirigirse al interior de la nave. Cuando llegan al contenedor en el que Tirso había dejado el maletín, Romero cree haber ganado al ferretero… Pero Abantos tiene un as en la manga: deja que la puerta del contenedor, que solo puede abrirse desde fuera, se cierre. Romero tiene acceso así a su maletín, sí, pero no al exterior, pues el contenedor no puede abrirse y el edificio está a punto de ser volado por los aires.

Tirso, que no es de despedirse en persona, había dejado una carta a su familia. Cuando Ezequiel la lee, adivina que Tirso está con Romero en ‘El Colorado’ y consigue llegar a tiempo para parar la demolición.

Cuando Eze llega y abre el contenedor, se encuentra a Tirso en el suelo tras haber sido brutalmente golpeado por Romero. El excomisario también consigue darle una paliza a Ezequiel y sale del contenedor con el maletín del dinero en la mano.

Muy débil, se dirige hasta el exterior de la nave, cuando el maletín se abre y ve como su millón de euros en billetes se dispersa por el suelo. Cuando se agacha para recogerlos, ensangrentado, aparece Tirso. Abantos empuña un arma y no le tiembla el pulso al disparar contra Romero y acabar, de una vez por todas, con el asesino de su nieta Irene.

Tirso Abantos abandona Entrevías en paz y ‘se reencuentra’ con Irene

Tirso consigue acabar con Romero y respira tranquilo en su casa de Entrevías. Es por la mañana y se despide de Gladys, que, emocionada, le propone comer fuera.

Cuando Tirso y Gladys se despiden, ninguno de los dos imagina que sería la última vez que estarían juntos. Ella va a ver a Nelson, que, emocionado, comparte los planes que tiene con Jimena para reabrir la Fundación Entrevías.

A unas calles, Santi se reúne con sus hijos y les enseña la ferretería, de la que ya ha aprendido a hacerse cargo. Pepe y Sanchís brindan en La Muralla, el bar heredado por Gladys y del que Pepe vuelve a ser socio.  

Parece que en el barrio de Entrevías se respira por fin la calma, o al menos, así lo siente Tirso Abantos, que, en paz, abandona su tan querido barrio.