El tiempo para Don Alejandro se acaba. El dueño del cortijo acude al médico con su hija Concha y descubre que su cáncer de pulmón ha avanzado y que el fatal desenlace es inminente. Concha no puede con la noticia, pero menos aún con el cometido que después su padre le ha encomendado.
Don Alejandro quiere dejar todo bien atado. Sospecha, además, que su yerno Rafael, El Marqués, oculta algo y piensa averiguar qué está pasando antes de que sea demasiado tarde. Nunca se fio de él ni tampoco aprobó el matrimonio con su hija, pero acabó consintiendo por el capricho y la presión de Concha de querer casarse con él.
Sabiendo que le quedan pocos meses de vida, Don Alejandro pide a Concha que guarde el secreto del estado en el que se encuentra. Concha no entiende los motivos por los que Don Alejandro no se lo quiere contar a nadie, nisiquiera a su propia mujer, pero él sabe que lo mejor es no dar un paso en falso y que todos le sigan viendo como el patriarca de la familia y dueño del cortijo.