Como cada día, Gaviota y su madre se encuentran recolectando café. Mientras Gaviota entona una de sus canciones, Carmenza le pide que se acerque a ella para decirle algo. Ambas comentan la belleza de las nuevas tierras de los Vallejo y Carmenza se decide a preguntarle por aquellas que don Octavio les otorgó como agradecimiento.
Gaviota sabe dónde se encuentran y le ofrece a su madre la opción de acercarse a descubrirlas. Sin pensárselo dos veces, emprenden camino y, antes de llegar, le tapa los ojos a su mamá con el sombrero para que la sorpresa sea aún mayor.
“¡Esto es muy divino!”, grita Carmenza al ver las tierras. Madre e hija ríen de la emoción y se funden en un enérgico abrazo: “Más bonito no puede ser”, decían asombradas con la belleza del paisaje.
Y, sin poder evitarlo, ambas recuerdan su sueño: recolectar su propio café: “Toda la vida hablando de esto y estamos a nada de que sea una realidad”.