Gaviota y Sebastián se sintieron atraídos el uno por el otro desde el primer momento en el que se cruzaron sus miradas. A pesar de que ambos sabían que lo suyo era realmente complicado, no tardaron en besarse apasionadamente.
Al enterarse de que su hija y Sebastián habían empezado a tontear, la madre de Gaviota le pide a Sebastián que no vuelva a acercarse a ella. Aunque el atractivo joven le da su palabra y su comportamiento hace que se distancien, pronto cambia de opinión y provoca un encuentro fortuito con la recolectora de café.
Sebastián y Gaviota se encuentran en el pueblo, donde la joven está junto a los demás recolectores tomando algo. Al verla allí, no duda en sentarse con ellos a tomar un orujo.
Sus ojos lo dicen todo y la atracción entre ellos es más que evidente. Aprovechando que en la cantina suena una bonita canción, Sebastián saca a bailar a Gaviota y ambos protagonizan un romántico baile.