Cada año Teresa Suárez, a quien todos llaman Gaviota, y su madre acuden a la próspera Hacienda Casablanca para trabajar como recolectoras en la segunda cosecha de la temporada. Ambas mujeres llegan con la esperanza de que esta campaña sea la última, ya que a partir de ahora serán dueñas de su propia tierra.
Sin embargo, su destino dará un giro absoluto tras el inesperado fallecimiento de Octavio Vallejo, el dueño de la hacienda que les había prometido entregarles una hectárea de tierra para que cultivara su propio café en agradecimiento por haber sido salvado por ellas de un intento de secuestro.
Tras la llegada de todos los hijos de la familia, llega el momento de abrir el testamento que su padre había dejado. Aunque no esperaban ninguna sorpresa en su lectura, una cláusula les deja sin palabras: el primer nieto que lleve el apellido Vallejo se llevará un 25% de la herencia.