Rocío Carrasco deseaba tener una niña y su sueño se hizo realidad. Su pequeña Rocío se convirtió en su vida, su muñeca y en su gran amor. Aunque 25 años después parezca imposible, hubo un momento en el que Rocío Carrasco y su hija Rocío Flores se querían y se adoraban.
El 13 de octubre de 1996 llegaba al mundo Rocío Flores, un día que cambió para siempre la vida de la hija de Rocío Jurado y que la convirtió en la mujer más feliz del mundo. “Es monísima, muy guapa y tiene cosas mías”, así definía Rocío a su pequeña y desde ese momento inseparable niña.
Según ella misma ha confirmado, Rocío no se separaba de Rocío ni un segundo y su relación se convirtió en algo maravilloso. Madre e hija se rían juntos, disfrutaban, se querían y disfrutaban de una relación especial, sana y bonita como cualquier madre e hija. Aquella niña que veía a su madre siempre guapa y una madre que según ha confesado “muere con su hija”.
Una relación que con el paso de los años cambió de forma radical y que en la actualidad las mantiene totalmente distanciadas. Rocío Carrasco asegura que entre ellas sigue existiendo un vínculo, ahora invisible, que no se podrá romper jamás y Miguel Ángel Nicolás desea que sea así: “Debo ser muy tonto, pero deseo que se vínculo entre madre e hija se pueda recuperar”.