Iván fue el primero que avistó algo raro en el mar, eran dos aletas que sobresalían y todo hacía indicar que eran tiburones. “¡Qué miedo, yo no me mojo más! Yo no quiero volverme sin una pierna o sin un brazo o sin un ojo… tengo miedo de los tiburones”, aseguraba Paola atemorizada.