El hambre se ha convertido en una auténtica amenaza para los supervivientes. Por primera vez, los concursantes se han enfrentado a la llamada ‘mesa de las tentaciones’. Uno a uno, todos ellos descubrían las recompensas que más deseaban pero, para poder disfrutarlas, tenían que cumplir previamente un reto.
La primera ha sido Anabel Pantoja. No daba crédito a lo que veía: una hamburguesa XXL podía ser suya. Para ello, únicamente tendría que aceptar raparse la cabeza. Al descubrir la maquinilla, no ha tenido dudas: “No, que va, que va. Raparme no, la melena sin negocio, raparme el cráneo no”.
El siguiente ha sido Nacho Palau. Al llegar a la mesa, Lara destapaba su plato: una enorme tarta de chocolate le esperaba. Llevaba semanas soñando con ella. A cambio, un mazo: tendría que ser el único encargado de abrir cocos y almendras en la playa. Y no solo eso, no iba a poder nada de lo que abriera. ¡Reto aceptado!
Aprovechando la visita de Arelys, la recompensa de Yulen no podía ser otra: comida latina, comida de “su casa”. Un plato de lo más completo que el deportista celebraba por todo lo alto: “¡Es el pollo de mi madre, Dios, qué rico! Mamá, te amo”. Para poder disfrutarlo no le ha quedado otra que aceptar su reto: pasar siete días llevando únicamente un tanga. Y, para su sorpresa, su madre ha aparecido mientras se enfundaba su nueva prenda de ropa.
La de Torremolinos ha enloquecido al ver un enorme bol de chuches, por lo que ha aceptado sin pensárselo dos veces su penitencia. Ana deberá atar sus pies con unos grilletes y permanecer en silencio hasta nueva orden. Solo podrá comunicarse con sus compañeros escribiendo en una pizarra. La malagueña, que habla hasta por los codos, ha hecho gala del buen humor que le caracteriza y ha escrito su primera frase: “Os I love you”.
Una calzone le esperaba. Alejandro alucinaba con su recompensa pero, de primeras, se negaba a disfrutarla si a cambio tenía que raparse. Después de unos minutos de negociación con Lara, el superviviente cambiaba de opinión. La presentadora le ofrecía raparse al tres por una pizza o hacerlo al uno por dos. Ya no había dudas: “Al uno”.
Le llegaba el turno a Kiko. Un delicioso flan y unas abundantes natillas le esperaban: “¿Qué tengo que hacer? ¿Cortarme un brazo? Que me lo corten por aquí”, decía. Pero su penitencia era la de ser el único encargado de la pesca: “Jod* a los compañeros y el problema es para ellos porque acepto”.
Después de ver la hamburguesa de Anabel, a Ignacio le sabía a poco su plato. Unos canelones hacían que se desilusionara: “Me gustan pero al lado de ese pedazo hamburguesón…”. Tras debatirse entre aceptar o no su recompensa, finalmente el pequeño de la edición aceptaba vivir a ciegas y disfrutar de su plato.
Después de haber sido testigo de cómo todos sus compañeros aceptaban sus penitencias en ‘la mesa de las tentaciones’ a cambio de sus deliciosas recompensas, Anabel tomaba la iniciativa para negociar. No iba a aceptar raparse, pero todo podría hablarse y sí que estaba dispuesta a cortarse la melena.
Lara le ha propuesto un juego de lo más divertido: cada ingrediente, cinco centímetros más de pelo. La superviviente aceptaba y se montaba una súper hamburguesa con todos los añadidos del mundo salvo dos: tomate y pepino. El resultado, un corte de pelo de 25 centímetros.