Manuel Zamorano es conocido como ‘el peluquero de las estrellas pero detrás de esta vida de éxitos profesionales guarda un pasado lleno de dolor. El estilista visita ‘Sábado Deluxe’ para hablar de su duro pasado, marcado por una infancia nada fácil, donde el bullying fue constante. Todo comenzó cuando Zamorano, de niño, sufrió todo tipo de humillaciones porque le gustaba bailar e iba a clase de ballet.
Manuel Zamorano se crio en un pueblo pequeño y otros niños le agredían físicamente y también escribían la palabra ‘maricón’ en la puerta de su casa: “Fue difícil pero, si hoy estoy aquí sentado es a raíz de esto. Mi bullying no terminó cuando acabé el colegio, terminó cuando, con 23 años, cojo una maleta y me vengo a vivir a Madrid”.
El estilista confiesa, de esta manera, que siguió sufriendo acoso después de superar la niñez y adolescencia, y considera que nunca se vio “un niño diferente”, a pesar de que algunos “se cebaban con eso”. “Intentaba no darle importancia por mis padres”, añade. “Gracias a ellos, fui a ballet. Mi madre me hacía los trajes, ellos fueron mi salvación”.
Durante su época de bailarín, tanto la madre como la profesora debían acompañar a un Manuel niño tanto a la ida como a la salida de las clases porque le tiraban piedras y le increpaban llamándole ‘mariquita’. A pesar de todo, él era un chico feliz, porque estaba haciendo lo que le gustaba.
Zamorano recuerdo todo aquello como “un infierno”, pero no puede describir algo como ‘el peor momento’: “Cuando eres pequeño no te das mucha cuenta. El problema viene cuando yo ya tengo 18, 19, 20…”, a lo que Jorge Javier añade que “el problema es que lo llegas a normalizar”. Ha pasado el tiempo y nadie le ha pedido perdón: “Me da igual, yo sabía lo que quería y a dónde quería llegar”. “Tú porque has sido fuerte, pero hay gente que se está quedando en el camino”, reflexiona tristemente Jorge Javier.
Manuel Zamorano confiesa estar soltero en estos momentos y, al hilo de esto, habla de una relación sentimental que le marcó. Cuando conoció a Fran, llevaba un año sin pareja y, desde el primer momento, éste le confesó que padecía cáncer de páncreas: “Tenía la sonrisa más bonita del mundo”. Fran le advirtió que su pronóstico no era bueno, estuvieron tres años juntos y “al final murió”.
Fran no quiso que Manuel se despidiera de él. De hecho, desapareció en su último ingreso porque no quería que Zamorano supiera dónde estaba: “Dio la orden de que no se me dijera dónde estaba para que no sufriera. Me enamoré de una manera diferente y a día de hoy pienso qué hubiese sido de nosotros. La última vez que le vi fue dos días antes de ingresar. Esa cena fue una despedida, pero no me dijo nada”.
Además, Manuel recibió una carta en la que Fran le explicaba todo lo que había pasado, por qué había desaparecido de esa manera para no hacerle daño, para que no viera su deterioro. Después, le avisaron de su fallecimiento