Cynthia Martínez asegura que intimó con José Antonio Canales Rivera. En concreto, nos habla de una noche de en Madrid en la que cenaron con más gente y luego se habrían ido al hotel del torero.
Canales lo negó ante Kopérnica, la máquina determinó que mentía... pero la joven insistía. Es más, cuenta que el torero se dejó unos calzoncillos en la habitación de hotel, prenda que se llevó y que dice tener en su poder.
Pasado el fin de semana, Canales ha dado la cara y ha contado su versión de la historia, advirtiendo en primer lugar que sus abogados preparan una demanda por lo civil por vulneración de su derecho al honor.
A nivel personal, el fin de semana ha sido “una montaña rusa” de emociones y es que aunque su chica le ha creído y su relación está “bien”, reconoce que tendría que haber sido “lo más sincero posible” con ella desde el principio: “¿Quién no se ha visto un poco en mi situación? Tenía que proteger a mi pareja”.
Su error ha sido no contárselo desde el principio porque “no consumamos” y debería haberlo explicado: “Aunque el chaparrón fuese duro, no habría pasado nada”. Además, desmiente el testimonio de Cynthia mostrando lo que ella dijo no haber visto: sus cicatrices. El torero tiene en la tripa un tatuaje de un toro y dos enrome cicatrices de dos cornadas: “¿Esto no se ve?”, preguntaba a Paz Padilla subiéndose la camisa.
“La primera conclusión es que soy un gilipollas. Yo. En primera persona”, decía el torero y narraba lo que, asegura, ocurrió aquella noche. Quedaron a cenar, él iba con amigos porque pensaba que ella también acudiría con amigos pero no fue así.
Después de tomar algo, cuando se acercaba el toque de queda, ella le ofreció llevarle a su hotel y, al parecer, él accedió a que subiera primero porque eran ya las doce y segundo porque había bebido un poco.
Pero hasta ahí, niega que pasara nada más entre ellos. “Lo juro y lo perjuro”, decía Canales que no entiende aún cómo pudo llevarse unos calzoncillos.