Si la cena que prepararon Kiko Hernández y Carmen Borrego – en su gran regreso a Mediaset – provocó algún tipo de dolor de estómago, fue por la tremenda risa que se vivió en el plató de ‘La última cena’. Lydia Lozano fue una de las invitadas y, junto a Alba Carrillo, fue una de las más gamberras y de las que mejor supo aprovechar el menú, tanto el sólido como el líquido.
Durante toda la noche, Lydia llevó una de esas pelucas que tanto le gustan (y no le hacen llorar); una naranja que Carlota esperaba que hubiera aguantado en su cabeza hasta llegar a casa para que Charly la viera. Pero no, la colaboradora, muy picarona, y con un ataque de risa, ha confesado que no llegó en condiciones a casa: “No estaba yo para hacer juegos malabares”.
Sus compañeros le han comentado que parace ser que la leche frita del postre de Kiko y Potota todavía le sigue haciendo algún efecto - y han prometido que su botella de agua no lleva ningún tipo de agua con misterio - y Rafa Mora, viendo cómo lo dio todo bailando delante de la cámara, le ha preguntado si siempre es tan marchosa y si tiene, realmente, alguna limitación física en su vida.
Entonces, la colaboradora se ha partido de risa recordando algo que le pasó en Canarias, en el hotel donde le robaron las fotos con su marido: "Los niños me pedían que les hiciera un "por Charly" y, cuando me tiré a la piscina, me acordé de mis cervicales y ya no sabía si iba a poder salir".