En 2001, el mismo año en el que murió su padre, tan doloroso para ella, Antonio David Flores pidió la custodia de sus dos hijos, Rocío y David Flores, y exigió que se le hiciera a la madre (y a él) un informe psicosocial, que se realizó en la Audiencia Provincial, y al que también acudieron los dos niños pequeños.
El informe pericial del psicólogo que analizó a Rocío Carrasco decía que era una madre responsable que atendía y vigilaba a sus hijos y que estaba “preocupada” por lo que sus hijos “pudieran oír” de ella y de su padre cuando se hicieran mayores.
De Rocío Flores, que en ese momento tenía 5 años, el psicólogo decía que era una niña “querida”, que se identificaba con su madre y que no quería que nadie “la separa de ella”, pero también se identificaban en ella algunos signos de ansiedad que Rocío Carrasco define como “la semilla del mal”.
Esa ansiedad salió a la luz la noche en la que, según esta madre, todo “empezó a cambiar”: “Yo empiezo a notar, cuando Rocío y David volvían de estar con su padre el fin de semana, que la niña salía al pasillo por las noches y empezaba a chillar. Gritaba: “¡Mamá, mamá! ¿Dónde estás? Y yo la cogía y me metía con ella en la cama”, ha empezado a contar.
"Una de las noches- ha seguido contando - Rocío me pidió dormir con su hermano en la habitación y yo les dejé 15 minutos juntos. Cuando fui a pagar la luz, me dijo que no la apagara, ni cerrara la puerta y me senté con ella a los pies de la cama y le pregunté que qué le pasaba. Ella me dijo: “Mamá, es que papá me ha dicho que, cuando tú me acuestas, Fidel y tú os vais de casa y nos dejáis solos".
"Cuando salí de la habitación me puse a llorar como nunca en mi vida porque me parecía una crueldad decirle eso a una niña de 5 años, de una crueldad supina, cuando los niños pequeños tienen tanto miedo a la noche. Ahí empecé a notar que todo estaba cambiando", ha contado, como si fuera un cuento de terror, Rocío Carrasco.