Óscar está convencido de que esta noche ganará Juan. “Los votos son los votos y te los vas a llevar tú”, le dijo ayer. Por el contrario, Juan cree que será Óscar el ganador porque a él le han llamado demasiadas veces mueble como para tener opción. ¿Soy yo o nadie contempla la posibilidad de que gane Ruvens? Si eso sucediera sería la auténtica sorpresa, toda vez que lo de Juan no lo es desde el momento que hasta dentro de la casa piensan que puede ganar. Según como se mire, a veces da la impresión de que fuera a ganar Maica porque a pesar de que salió de la casa hace dos semanas siguen hablando de ella muchísimo.
Termino hoy una edición que nos ha devuelto la ilusión por este formato. Para volver a tener un Gran Hermano de anónimos tuvimos que esperar 2457 días, 82 meses, casi siete años. La conclusión es que mereció la pena tan larga espera. El casting fue espectacular y un acierto de primera que durante el primer mes no saliera nadie de la casa. También que hayan sido siete los finalistas. Todo esto ha mantenido esa casa muy llena durante mucho tiempo. Y aunque muchos esperábamos otra final, hasta esto ha salido bien porque el interés por ver si Juan puede dar la campanada hace que la expectación por lo que pase esta noche sea máxima. Ha sido una edición mítica. ¡Viva Gran Hermano!
Que Ruvens desaconseje a Óscar ir al Rastro el próximo domingo porque está lleno de gente y ahora ya es famoso es una prueba de la desconexión que tienen después de más de cien días encerrados en condición de aislamiento casi absoluto y aunque pasase tres días fuera entre que fue expulsado y su repesca. Cuando salgan se darán cuenta de que son moderadamente famosos. El reality ha tenido unos datos de audiencia extraordinarios, lo cual quiere decir que muchos de sus concursantes son personajes populares y reconocidos por las calles de una ciudad como Madrid. Pero no van a ser abordados por las masas. Eso ya no les sucede ni a las grandes estrellas. He visto pasear por Madrid a Dua Lipa sin que nadie la molestase. No sé si Ruvens cree que ellos son todavía más famosos.
Y hoy cierro los daguerrotipos de esta temporada (no había más días). Le toca a Óscar. No voy a apostar por un ganador, pero sí lo hice por los tres finalistas que llegarían hasta hoy, último día del encierro. Por eso esta semana dediqué los últimos tres daguerrotipos, únicos con la extensión habitual, a Ruvens, Juan y Óscar. Vamos con el último.
Óscar: Mago y tahúr del Misisipi
Dije en mis segundas impresiones (10 de septiembre) que Óscar era un liante capaz de traicionar a varias personas a la vez sin apenas despeinarse. Además, le califiqué como uno de los factores desestabilizadores más potentes entre los concursantes de esta edición. Unos cien días después me reafirmo en lo dicho. Desde el principio supo que aquí funciona el divide et impera (divide y vencerás) de Julio César. Y que uno solo se basta, aunque es bueno tener un aliado, incluso es mejor uno solo que dos o más. Por eso cuando se le abrió la puerta de Ruvens dejó de darle importancia a Maica. Y cuando aquel quiso poner distancia durante la prueba de los vampiros volvió al dormitorio rosa como un corderito.
Óscar nunca pensó que debiera lealtad a nadie, ni siquiera a sus aliados. Por eso no dudó en llamar “hijas de las cuatro letras” a Vanessa y Daniela una vez expulsadas (falsamente). Como si fueran unas apestadas, quería poner distancia temiendo ser relacionado con las primeras expulsadas de la edición. Huía de la quema. Elsa y la propia Daniela le calaron bien pronto. Por eso esta desconfió enseguida y aquella ponía en alerta a Maica sobre su amigo. Óscar experimentó un curioso cambio en su comportamiento. De aparecer dubitativo y apocado en las conexiones en directo, respondiendo siempre a media voz, pasó a tener un verbo fluido e imponerse con voz firme y sostenida. Sus intervenciones parecían al principio producto de un esfuerzo titánico y luego le vi disfrutar al convertirse en el azote de sus enemigas. Y es que, igual que observé en Ruvens, Óscar también prefirió enfrentarse a mujeres, con la única excepción de Juan.
El cambio de Óscar se observó en primer lugar posicionándose contra Lucía, con quien luego se disculparía consciente de que el tono había sido excesivo e injusto. También misógino, añado yo. Por eso le molestaba tanto que Lucía dijese de sí misma que era una mujer empoderada. A pesar de sus disculpas, repetiría después en muchas ocasiones ese tono propio de un tipo impertinente y resabiado. A todo le impregna de esa pátina cutre, viejuna y nostálgica, incluso a las ofensas a sus rivales. En otras ocasiones no se disculpó de manera directa y reconociendo sus errores, sino con la excusa fácil de achacar sus arrebatos a haber tomado un café, le doliese la tripa o le estuviese oprimiendo el corsé (se refería al chaleco del traje). Además, olvida pronto las cosas, poniendo un singular filtro a sus ofensas hacia los otros y no al contrario. Utilizó en su defensa que es hiperactivo y tiene déficit de atención.
Pretendía que el doble juego del principio le sirviera para congraciarse con todos, sin embargo, consiguió el rechazo generalizado. Todos le dieron la espalda excepto el dormitorio rosa, Maica y Daniela en particular, por mucho que ahora quieran algunos reescribir la pequeña historia de estos tres meses largos. Pese a esto que digo, decidió traicionar a Maica para colgarse ante Elsa una medallita y tampoco le funcionó. A esas alturas ya se sabía que la lealtad no estaba entre sus virtudes. Tampoco es dado a aceptar sus equivocaciones. Este asunto de Elsa es buen ejemplo de ello, ya que ni siquiera viendo las imágenes reconoció haber errado. Antes prefirió darle la vuelta a la tortilla e inventarse una realidad alternativa que nunca existió, de la cual todavía no ha renegado. Culpó entonces a Maica de un error suyo y ya digo que ni ver las imágenes le ha valido para rectificar.
Elsa aprovechó el error de Óscar para intentar separarlo de Maica. Un tiempo después, era Ruvens quien pretendía lo mismo. Maica había perdonado en varias ocasiones y otras tantas Daniela, pero tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe. Alguna vez tendría que cansarse y dejar de ser tan indulgente. A Óscar no le había importado que los azules se rieran de él, quitaran su silla de la mesa del comedor y no quisieran hacerle un hueco. Sin embargo, a la primera que Maica y Daniela reaccionaron hartas de su deslealtad decidía convertirse en su principal azote, poniéndose a la cabeza de la manifestación antifresas. No hay nada peor que un converso. Las deslealtades de Óscar cada vez pesaban más, no por ser más graves, simplemente por acumulación. La cuerda se había tensado demasiadas veces y alguna vez habría de romperse.
Ruvens no ha sido un buen amigo de Óscar. En tal caso le habría advertido de que la cuerda estaba a punto de estallar. Le habría hecho caso porque nunca se logró quitar de la cabeza que era su novio, o algo así. Le delató que dijera en el ‘confe’ un día: “Siempre he tenido novios tranquilos y Ruvens tranquilo no es”. No es tranquilo, y tampoco era novio suyo. El punto de inflexión en la relación entre Óscar y Maica fue el día que ella lo llamaba mentiroso y se le abalanzaba señalando con el dedo tras dar un puñetazo a la barra de la cocina. Mantuvo una distancia prudente y dar un golpe en la mesa no es nada grave, pero bien hubiera hecho en moderar su reacción. Los gestos son más importantes de lo que parece.
Óscar se ha echado el concurso a la espalda muchas veces, lo cual le convierte en un gran concursante. Ha sido un hábil conquistador, capaz de dar la vuelta a su propia situación sin despeinarse. Yo mismo he pensado que debía protegerme porque me convencía rápidamente y me llevaba a su terreno con la misma facilidad que el faquir hace salir a la serpiente del cesto tocando su flauta. Le he llamado mil veces mago y tahúr del Misisipi porque así le veo. Esto es lo que me fascinó de este concursante. También me interesó mucho analizar a una persona compleja, con una escala de valores no equiparable a la de la mayoría. Le es muy fácil ser irrespetuoso con los demás, también en lo referente a sus emociones. No le resulta fácil respetar a los demás porque tamiza tanto sus propias emociones que vive confuso respecto a ellas. En su relación con Ruvens, este evita compartir sus emociones, mientras que a Óscar le cuesta identificarlas.
En la parte positiva, Óscar no exige nada, o su nivel de exigencia es realmente muy bajo en lo afectivo. Entre otras cosas porque no tiene claro lo que siente, ni le importa realmente. Esto hace que Ruvens dependa más de Óscar que al contrario, como dije en el texto dedicado al director de cine. Como le dijo hace poco Juan, a Óscar le cuesta valorar los sentimientos ajenos. Puede que sea por ser profundamente egoísta y no ver mucho más allá de lo suyo. Además, sus juicios son demoledores y no discriminan por lo que haya podido sentir hacia la otra persona, aunque sea en un recentísimo pasado. Con todo, y a pesar de tener demasiadas cosas en su contra, ya digo que Óscar es un mago que me ha tenido hipnotizado hasta el final. Nunca me parecieron divertidas sus madrugadas con Ruvens. Es posible que la especial relación establecida con este concursante haya sido su peor error. Pero el tahúr del Misisipi sabe cómo engañarte. A ti también.
Los porcentajes ciegos que conocimos anoche en el Última Hora estaban así: 45 %, 34 % y 21 %. La redistribución automática de porcentajes si en los resultados anteriores eliminamos el correspondiente a Violeta (15 %), daría un punto más al porcentaje mayor (46 %) y un punto menos al segundo (33 %), coincidiendo el restante (21 %). Es decir, sobre el resultado matemático de eliminar el porcentaje más bajo ha resultado algo más beneficiado el segundo porcentaje. En todo caso, la diferencia entre los dos primeros sigue siendo de 11 puntos.
En el vídeo de hoy doy diez consejos dirigidos a quienes quieran presentarse a los castings para una próxima edición de anónimos de Gran Hermano.