El 16 de agosto de 1956 Albert Solà fue abandonado en un hospicio de Barcelona. El pequeño, de apenas unos días de vida, fue dejado en la puerta del orfanato ataviado con una camiseta, una camisa, un faldón, una pequeña manta, un babero y lo que más llamó la atención: un chupete verde. Durante muchísimo tiempo, el color verde ha simbolizado a la realeza en nuestro país, concretamente al rey emérito, y es que las iniciales de las palabras "Viva el Rey de España" forman la palabra 'verde'.
Comenzará una vida nada sencilla para este catalán sin padre ni madre conocidos, un niño que pasará de familia en familia de acogida hasta que finalmente sean los Solà Jiménez quienes le adopten para criarle y cuidarle. Pese a que esta familia catalana es humilde y vive de lo que cultiva en una masía donde trabaja, lo cierto es que Albert durante toda su vida ha contado con ciertas atenciones y privilegios que aún hoy no sabe explicar:
"Cuando vivía en Ibiza con mis primeros padres venía a verme una señora muy elegante, siempre vestida con traje de chaqueta y falda, me traía regalos (...) Cuando luego estaba con mis padres, de vez en cuando recibía regalos carísimos que mis padres claramente no se podían permitir, me compraron un coche nuevo cuando mi padre jamás había tenido uno, él usaba coches de tercera mano, mis padres no tenían recursos para darme esos caprichos, no sé de dónde lo sacarían".
Albert Solà descubrió con el tiempo que aquella señora que le visitaba era la madre del rey emérito, su presunta abuela, una mujer que habría sabido de la paternidad de su hijo antes de que este conociese a la que sería su mujer, la reina Sofía.
En el momento del nacimiento de Albert Solà Juan Carlos de Borbón tenía 18 años y estaba en plena instrucción militar. Pese a que en ningún momento reconoció la existencia de este presunto hijo ilegítimo, lo cierto es que durante toda su vida Solà contó con favores y privilegios que le hacían sospechar que su padre era alguien importante de nuestro país.
Sería con los años, durante el servicio militar de Albert Solà, cuando este camarero catalán haría las primeras averiguaciones sobre su madre y su padre, y ponga por primera vez nombre al hombre que le engendró.
Albert Solà cuenta que durante sus investigaciones, un oficial de policía llegó a decirle que había sido él mismo el encargado de falsificar los papeles de su nacimiento. Poco tiempo después sería un juez el que le reconocería a Solà que el rey emérito era su padre biológico. Tras esto, llegarían las polémicas pruebas biológicas que el CNI llevaría a cabo utilizando un vaso del rey emérito.
En el año 2021 surge una prueba que podría dar el carpetazo definitivo a la historia de Albert Solà. Se ponen en contacto con Solà para contarle que su madre vivía en Méjico y que es una mujer a la que obligaron a entregar a su bebé, el propio Albert, apenas nació.
Tal y como el propio Albert contaba para '¿Quién es mi padre?', surgió también la existencia de una hermana, una mujer más joven que él que comparte con el catalán el 99,99% de la identidad genética: Albert y esta mujer son hermanos de madre y padre.
Pese a lo que se pueda creer, Albert Solà no confía en las pruebas biológicas que él y esta mujer se hicieron y opina que están falsificadas: "No hay nada que me haga pensar que ella y yo seamos hermanos". Esta mujer, por su parte, sí cree que ella y Albert son hermanos, y aunque no tiene información de que el rey emérito sea su padre, sí reconoce que no sabe quién es: "Mi madre nunca me lo dijo, ella se murió pensando en Albert".