Paulina Rubio, amante del exceso desde bien pequeña, no se dejó nada en el tintero para el día de su boda con Colate Vallejo-Nágera. Llegó a la ceremonia lisiada y con una herida en el pie (tuvo un percance en la fiesta que organizó la víspera del desposo) pero aquel incidente no enturbió todo el festival que tenía previsto. Una ceremonia de 24 quilates para celebrar que la chica dorada y el soltero de oro de la prensa rosa española se juraban amor eterno.
Pocas bodas se recuerdan tan excesivas como aquella. El evento tuvo lugar en mayo de 2007 en una colina del parque ecoturístico de Xcaret en el corazón del Caribe mexicano. El altar estaba decorado con arreglos de rosas blancas forma de cascada, la novia se hizo acompañar un cortejo infantil de nueve niños, el novio hizo el paseíllo acompañado de su perro y al final de la ceremonia se soltaron palomas blancas. ¿Alguien da más?
No se puede recordar un buen bodorrio sin analizar el vestido y los complementos de la novia. Paulina llegó al altar con un vestido blanco de muselina de seda natural, con escote palabra de honor, cuerpo drapeado y falda formada por capas de la misma tela. Pero este solo fue el primero porque la cantante mexicana fue pionera en aquello de usar varios vestidos en su gran día y lució dos cambios de ropa, todos diseñados por la creadora catalana. Para el peinado eligió un recogido art decó que recordaba el Hollywood clásico. "Desde muy pequeña soñé con este día y con este momento. He dado el paso más importante de mi vida", dijo emocionada ante un Colate que la miraba embelesado.
Una boda de semejante nivel tiene que contar con un montón de invitados de postín y Paulina y Colate tampoco defraudaron en ese sentido. Vestidos de blanco por expreso deseo de los novios, hasta tierras aztecas se desplazaron celebridades como Alejandro Sanz, Eugenia Martínez de Irujo y su hija Cayetana Rivera, Vicky Martín Berrocal, Fonsi Nieto, Pocholo Martínez-Bordíu o Boris Izaguirre.
Para el convite los novios dispusieron para sus invitados un montón de mesas redondas vestidas con manteles de lino blanco y mucho cristal. De ese material eran los platos, los bajoplatos, los servilleteros y hasta las lámparas que iluminaban la cena. Entre otros platos se degustaron delicias mexicanas como ensalada de cangrejo de Santoyo con espárragos, pechuga de pato con frutas deshidratadas o lunas de langosta asada con camarón gigante y salsa de tamarindo. Paradójicamente no hubo mango bien madurito del que le gusta morder a la novia pero sí hubo la consabida tarta nupcial y, en honor a la tradición mexicana, los novios brindaron con tequila.
Pero el plato fuerte del evento no estuvo ni en la ceremonia religiosa ni en el menú. Durante la fiesta posterior a la cena tuvo lugar el gran momentazo: El desaparecido Juan Gabriel apareció por sorpresa y amenizó la velada con una actuación en la que se hizo acompañar por un mariachi y la propia Paulina que interpretó un dúo con él.
De nada sirvió tanto despliegue para el día del enlace. Como es sabido por todos, aquel matrimonio que empezó de forma tan romántica acabó en una guerra civil. Tras cinco años de unión y con un hijo en común (Andrea Nicolás, nacido en 2010) la pareja protagonizó uno de los divorcios más cruentos que se recuerdan y que todavía colea y por el que tienen continuas vistas judiciales.