Diego Matamoros y Marta Riumbau dan un importante paso en su relación. El hijo de Kiko Matamoros y la influencer catalana acaban de mudarse a su nueva casa, situada a las afueras de Madrid. Su espectacular chalet está por fin terminado y ambos acaban de dejar el piso que compartían para instalarse definitivamente en su nuevo hogar, que cuenta con un amplio jardín y enorme piscina.
La pareja, que recientemente nos contaba en exclusiva cómo se conocieron, empezó a convivir prácticamente desde los inicios de su relación. Marta se mudó al piso de Diego en Madrid, un primer hogar que ambos redecoraron y en el que han compartido importantes momentos de pareja.
Pero el sueño de la catalana era construir su propia casa, un chalet hecho a medida que cumple con todas sus necesidades y, al que ahora, por fin puede mudarse. Desde hace meses hemos podido ver a ambos disfrutando de su nuevo hogar, sin embargo, la mudanza oficial no se ha producido hasta ahora.
“¡¡Oficialmente hoy nos mudamos aquí!! Me moría de ganas de despertarme todos los días en esta casa. Pasaba muchas horas aquí grabando, pero seguíamos viviendo en la otra. Ahora toca hacer de esta casa, un hogar”, cuenta la diseñadora a través de sus redes.
Las altas temperaturas de esta calurosa primavera han permitido a los enamorados inaugurar su nuevo hogar con su piscina abierta y el jardín prácticamente terminado. Al exterior de la parcela, rodeada por una gran arboleda, aún le faltan ciertos detalles y remodelaciones, sin embargo, la piscina ya está lista para disfrutar y usarse.
“Sí… ya queda menos para las siguientes fases del jardín y la casa”, anuncia Diego a través de su respectivo perfil de Instagram.
La piscina privada de Marta y Diego cuenta con un amplio solárium y suelo de microcemento. Este material ha sido utilizado para revestir tanto suelos como paredes del interior de la vivienda, consiguiendo una línea minimalista, elegante y de máxima tendencia en lo que a corrientes decorativas y arquitectónicas se refiere.
Entre ésta y el jardín se aprecian varias cristaleras divisorias, que permiten la entrada de luz y no restan amplitud al enorme terreno, mientras consigue separar ambos espacios.
La casa dispone además de un enorme jardín. Un terreno amplio que contribuye a alejar a los inquilinos del resto de viviendas colindantes, un extra de privacidad que sin duda Marta y Diego valoran y que sirve además para que sus perros jueguen.
Llama la atención la gran cantidad de árboles que hay alrededor de toda la finca. Un pequeño bosque con el que también añade un punto de intimidad al complejo, mientras da sombra y frescor al terreno.