A Giorgia, la DANA del 29 de octubre no le sorprendió en la óptica de Paiporta donde trabaja por puro azar. Ese día tenía una visita en el médico y le estaban sustituyendo. Ella se libró, pero no su marido, que fue el que acudió a hacerle el turno. "Se quedó atrapado toda la noche por la inundación, pero afortunadamente no le pasó nada", explica Giorgia Pia, óptica-optometrista.
Como consecuencia de la riada, la óptica donde ejerce quedó totalmente destruida y desde entonces está acogida a un ERTE.
Sin trabajo y conmovida por lo sucedido, se calzó unas botas de agua y se fue a la “zona cero” a quitar barro con palas y escobas como voluntaria. "El primer día me saltó barro al ojo y vi cómo a otras personas el agua y el lodo les ensuciaban las lentillas y les escocía. Así me di cuenta de que iban a haber muchos problemas oculares entre los damnificados y los voluntarios que acudíamos en su ayuda", explica.
Al volver a casa, Giorgia compró suero fisiológico y unas toallitas limpiadoras y en los días siguientes, mientras quitaba barro, comenzó a limpiar los ojos a las personas que tenían molestias. "A todo el que tenía oportunidad le decía que debía protegerse los ojos y a aquellos que llevaban lentillas les aconsejaba que se las quitaran por el riesgo que conllevaba para su salud visual o, en caso de que no fuera posible, que utilizaran lentes de contacto de reemplazo diario".
Después de unos días de trabajo, contactó con el Colegio de Ópticos-Optometristas de la Comunitat Valenciana para informar sobre el trabajo de prevención y atención básica que estaba realizando en las zonas afectadas para la riada. "Desde el Colegio me dijeron que conseguirían gafas de seguridad y material, y me empecé a encargar yo de distribuirlo y así comenzamos a ofrecer nuestra atención en la zona de forma, más o menos, organizada".
Al principio, contó con la ayuda de su marido, que estaba de vacaciones, y más tarde de Toni, un óptico-optometrista, que conmovido por lo sucedido en Valencia, dejó su trabajo y sus estudios de doctorado en Cangas de Onís (Asturias) durante una semana para acudir a ayudar, también junto a su mujer, auxiliar de enfermería. "Es muy duro lo que hemos visto allí y estamos muy tocados. Hace falta mucha ayuda para que puedan salir adelante. Con lo poco que les ofrecíamos, lo mucho que nos lo agradecían...", cuenta emocionado Juan Antonio Álvarez, óptico-optometrista.
Tras unos días de trabajo, descubrieron que la forma de hacer más eficiente su labor era acudir a los puntos donde se organizaba a los voluntarios o a los lugares donde se repartía comida. "Allí ofrecíamos nuestra ayuda profesional y cuando empezábamos a hablar de ojo seco o de otros problemas visuales enseguida aparecía el primer afectado y luego muchos más". Además, en estos lugares dejaban a los responsables su contacto personal por si les llegaban casos de personas con molestias oculares y de esa forma poder desplazarse a sus domicilios para atenderlos. "Cada día atendemos a unos 50 afectados y vamos a 3 ó 4 viviendas particulares", afirma.
Ahora, acuden continuamente a bajos y garajes de la zona donde se centran en estos momentos las labores de limpieza. "En estos sitios están con el agua hasta el cuello y vamos a atender y ofrecer consejos preventivos no solo a los damnificados y voluntarios, también a los militares que están colaborando y que en ocasiones tampoco protegen adecuadamente sus ojos".
También han tenido la oportunidad de acudir a un colegio de Catarroja para dejar material y ofrecer consejos para el cuidado de la salud visual a los alumnos y el profesorado en esta situación excepcional, y a una residencia de ancianos donde han atendido a los pacientes con suero fisiológico de uso ocular y lágrima artificial principalmente.
Con el paso de los días, junto a los problemas oculares provocados por el agua y el barro estancados, ahora se suma el polvo en suspensión generado por el lodo que se ha secado y que ahora flota en el ambiente. "Esto está afectando mucho a los ojos. Nos hemos encontrado con numerosos casos de conjuntivitis con un patrón similar, escozor en el borde del párpado, legaña blanca, ojo rojo y picor; además, muchos llevan varias semanas así porque los ambulatorios están saturados o no hay oftalmólogo disponible".
Un mes después de la tragedia, Giorgia ve cómo muy poco a poco la situación en los municipios afectados va mejorando. "Cuando llegué a Paiporta el primer día, no reconocía el pueblo. Las primeras semanas no dejaba de llorar al ver lo que estaba pasando y ahora te vas adaptando, pero creo que cuando nos baje la adrenalina vamos a necesitar apoyo psicológico porque esto es muy duro", explica.
Aún así, Giorgia no desfallece y piensa seguir ofreciendo su ayuda profesional a todo aquel que lo necesite. "Desde el Colegio de Ópticos-Optometristas me han informado de que van a seguir consiguiendo material que me van a hacer llegar. Por otro lado, esperamos que más compañeros se animen a venir porque aquí todavía hay mucho trabajo que hacer, no paramos", asegura Giorgia.
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