A Elisa, una anciana de 82 años de Catarroja (Valencia), la DANA la cogió en su casa. Desde su balcón vio horrorizada como el agua y el lodo se llevaba todo a su paso. "Arrastraba los coches por la calle", recuerda esta mujer que con 15 años ya vivió la riada de 1.957. "Esta ha sido mucho peor", afirma.
Encerrada en su casa, conoció a cuatro voluntarios que acudieron a ofrecerle ayuda. "Vinieron de Galicia a los pocos días de la inundación. Primero estuvieron en un polideportivo, luego lo tuvieron que dejar y dormían en un coche", explica.
Cuando se enteró de su situación no lo dudó y los acogió en su casa. "A mis hijos no les gustó la idea, pero a mi edad yo no puedo ir a quitar barro y era mi forma de ayudar", cuenta.
Desde entonces, Sergi, Blas, Tamara y Lucía, han estado durmiendo y cenando la comida que cada noche les prepara Elisa. "Se van a las siete de la mañana y no vuelven hasta las diez de la noche. Después de tantas horas pueden llegar a casa, ducharse, comer algo caliente y descansar".
En estas duras semanas de trabajo, la relación entre Elisa y los cuatro jóvenes se ha convertido en algo más que amistad. "Para mí son como mis nietos y ellos me llaman yaya", cuenta la anciana.
En este tiempo, los jóvenes volvieron unos días a Galicia para recoger más ayuda para los damnificados. "Los eché mucho de menos, pero volvieron con un camión lleno de electrodomésticos para tres familias, con comida y más ayuda".
Después de casi un mes, Elisa ha podido bajar por primera vez a la calle. "Han arreglado el ascensor de mi edificio y por fin he salido de casa", señala. La alegría de su primera salida, se ha empañado al ver cómo ha quedado el local de su falla. "Es un desastre, se ha perdido todo. Hemos hecho de nuevo las papeletas de la lotería porque mucha gente las había perdido y las estamos repartiendo".
Al dolor de ver su falla destrozada, se une la marcha de Tamara y Lucía. "Las estoy esperando porque me han dicho que van a venir a comer y luego se vuelven a Galicia. Me da mucha pena, porque me hacen mucha compañía", lamenta.
Hace unos días, ya se fueron los dos chicos. "Sergi me ha llamado y me ha dicho que quería que hicieramos una videollamada para verme. Son muy bonicos".
La destrucción de la DANA ha sacado a la luz la cara más solidaria de miles de voluntarios, muchos de ellos jóvenes, que han entablado relaciones afectivas como las de Elisa con estos cuatro gallegos. "No sé si van a volver a ayudar, pero yo ya les he invitado a que vuelvan en Fallas y me han dicho que van a venir", asegura con una sonrisa la mujer.
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