Hace cuatro años la vida de Rafael y su familia quedó destrozada para siempre. Su hijo Cristian, de 29 años, iba de paquete con un amigo en una moto de alquiler cuando un conductor novel borracho, acompañado de varios amigos, se saltó un semáforo en rojo y los arrolló. "El coche les pasó por encima y se dieron a la fuga", cuenta Rafael Recio.
Los testigos del brutal accidente inmediatamente avisaron a emergencias y los dos jóvenes fueron trasladados al hospital. Después de pasar unos días en la UCI, ambos fallecieron como consecuencia de las graves lesiones que sufrieron. “Era febrero de 2020, semanas después llegó la pandemia y el confinamiento y al menos pudimos despedirnos de nuestro hijo, estando a su lado, aunque estuviera intubado en la UCI. Estaban destrozados por dentro, no lo superaron”, recuerda Rafael.
A la media hora del accidente, los chicos que iban en el coche volvieron al lugar del siniestro, el conductor cuadriplicaba la tasa de alcoholemia.
“Esto no fue un accidente, accidente son otras cosas como que te deslumbre el sol, pero no conducir bebido”, asegura tajante.
Para Rafael, el principal problema "está en la falta de educación y empatía. Deberían impartir una asignatura de educación vial en los colegios, desde pequeñitos”. Con tristeza, afirma que falta “nos pensamos que esto no nos va a pasar a nosotros, pero pasa. Y te destroza la vida”.
El padre de Cristian reclama penas más duras en estos casos. "No es justo que ese chaval vaya a salir en breve de prisión y tenga toda la vida por delante. Mi hijo también la tenía. No entiendo cómo una persona que ha asesinado a dos personas, pueda volver a conducir”, afirma.
Rafael se consuela con que la muerte de su hijo pueda no ser en vano. “Espero que nuestra historia y nuestro ejemplo sirva para concienciar de algo tan sencillo como si vas a beber, no cojas el coche”.
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