Carmen y Paco están desesperados. Ya no saben qué hacer para dejar de sufrir la situación que están viviendo.
Su hijo Pedro de 31 años se encuentra en una situación límite. Es autista y en los últimos años su estado ha empeorado notablemente. Sus padres apuntan a una posible enfermedad mental como la esquizofrenia.
Cada día tienen que vivir episodios de mucha violencia. Pedro se pone muy agresivo y no lo pueden parar. "A mí me pega, me muerde, pero lo asumo, no tengo otra. Entiendo por lo que pasan las mujeres maltratadas", señala Carmen.
Para sobrellevar esta terrible situación, la única opción que han encontrado hasta el momento, ha sido encerrar a su hijo en su habitación, ya que la Conselleria de Políticas Inclusivas no les ofrece una plaza en un centro especializado donde puedan atender sus necesidades.
Hasta hace cuatro años, su vida no era así. Pedro hacía una vida normal. Podían viajar con él, salir a la calle, pasear. El joven hablaba y se relacionaba bien con ellos. Pero la paz llegó a su fin cuando cambió radicalmente y empezó a ser muy agresivo.
Un comportamiento que provocó que tuviera que dejar de asistir al centro de día al que acudía, porque no tenían capacidad para atender sus necesidades. Ahí empezaron los problemas para toda la famlia.
Pedro lo destroza todo. Agrede a sus padres. Les muerde, les golpea. En 2020 arrasó el baño de la vivienda, arrancando de cuajo los sanitarios.
En su habitación sólo hay dos colchones en el suelo y un baño portátil. Todo lo que tenía lo ha ido destrozando. "Este verano le pusimos un aparato de aire acondicionado porque hacía mucho calor y lo ha arrancado también", explica la madre.
El joven solo sale de la habitación para comer, pero en seguida vuelve y se encierra él mismo en el cuarto. La medicación se la tienen que dar a través de una ventana que da a una terraza interior.
Carmen asegura que necesitan ayuda. Ella ha sufrido una fuerte depresión. "Durante mucho tiempo ni siquiera quería arreglar los desperfectos de la casa", cuenta su marido.
A pesar del sufrimiento, sus padres nunca se separan de él. Paco es panadero y trabaja en el horno familiar que está comunicado con la casa. Carmen, por su parte, trabaja en un hospital, aunque ha tenido que pedir varias excedencias para poder estar con su hijo.
En 2020 la Conselleria de Políticas Inclusivas les ofreció una plaza en un centro en Utiel, tal y como señala Carmen, que explica que "nos dijeron también que podría salir una más cercana, por lo que decidimos esperar".
Desde entonces no han vuelto a tener noticias. "Nosotros solo queremos que nuestro hijo esté bien. Qué pueda ir a un centro donde le puedan atender bien. Estamos al límite", asegura Paco.
Desde la Consellería señalan que todavía no tienen un los recursos son muy limitados, a pesar de haber aumentado la inversión en Salud Mental, y que ellos rechazaron la plaza que se le ofreció en 2020.
Por su parte, el Ayuntamiento de Manises, desde la concejalía de Bienestar Social, el edil Carles López, apunta que se han llevado a cabo todos los mecanismos necesarios de urgencia a su alcance para que la Conselleria pueda dar una solución a esta pesadilla.