La desesperación de Giuseppe y Cristina: veinteañeros al borde de un ataque de nervios por un alquiler que parece misión imposible
Cada vez se venden más zulos como si fueran viviendas dignas para alquilar
Vivir con amigos, una opción cada vez más popular entre los solteros
Los jóvenes dejan de ser el objetivo número uno de las inmobiliarias por su escaso capital
Tras la crisis económica que se vivió en España y con el estallido de la burbuja inmobiliaria en 2008, el panorama de la vivienda ha sufrido una involución radical. El año 2010 comenzaba en un entorno de crisis en el que las compraventas cayeron drásticamente a la par de los precios de las viviendas.
Los vendedores debían luchar por dar salida a sus inmuebles, y mientras los bancos endurecían las condiciones para obtener un préstamo, los más jóvenes y los menos optaban por alquilar. En este contexto, aterrizó Airbnb dinamitando un campo en el que ya resultaba bastante complicado sobrevivir.
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Los precios absurdos: verdaderos zulos de apenas 20 metros, con la mitad abuhardillados cuestan más de la mitad del salario base destrozando el sueño de cualquiera que comience su primera etapa laboral y de convivencia. Este que cuelga @elzulista, un experto en denunciar soluciones habitacionales que rozan el surrealismo, no es la excepción, sino que están a la orden del día. Este es un balcón sin más, que se alquila en Barcelona por 500 euros.
Giuseppe y Cristina, una pareja de veinteañeros, profesionales, que tratan de alquilar un piso en Madrid lo saben, tras un mes y medio de búsqueda infructuosa. Nos han contado cómo se enfrentan a una escasa oferta con precios imposibles y con visitas organizadas por inmobiliarias a las que acuden en grupos de aspirantes.
"Hemos visto una media de cuatro o cinco pisos diarios, nos cuenta con cara de desaliento. ¡Y nada! Seguimos buscando, preguntando a conocidos, con las aplicaciones de los portales de alquiler y contactando por internet con inmobiliarias".
Estas últimas muchas veces "se pasan por el forro la ley de Alquiler" y "nos piden requisitos adicionales, como un depósito equivalente al coste de un mes de alquiler, aparte de la obligatoria fianza"; "cláusulas raras en la que "nos obligan a pagar el IBI sin que aparezca el importe del mismo". "No lo veo fácil".
Para esta pareja que pretenden afianzar su relación y estabilizarse hasta el momento todo han sido desencuentros. "Con nuestras nóminas no nos alquila nadie. Siempre escogen a otros con más solvencia o que lleven más tiempo trabajando. Ahora mis padres nos están avalando a ver si tenemos mejor suerte", dice Cristina, que trabaja en un supermercado con un contrato temporal.
Con las inmobiliarias su experiencia tampoco ha sido buena: "A través de una empresa de alquiler vimos un piso interesante, pero mi madre no quiso aceptar las condiciones que ponían. Pedían ver los movimientos de su cuenta bancaria. ¿Esto es legal? Ellos decían que sí", habla ahora Cristina.
Ellos no son los únicos: Es la realidad de miles de parejas y personas que buscan su primer piso en alquiler, emanciparse, crecer, formar una familia y que viven la pesadilla de un panorama desolador. Con millones de trabajadores mileuristas y una oferta de pisos en alquiler que parte de 650 o 700 euros las opciones son escasas para una pareja, pero para un 'single', la situación es aún peor, porque está condenado a compartir.
La otra cara, nos la cuenta María D.P, propietaria de un estudio en el centro de Madrid. Tiene una situación económica holgada y alquila, para no tenerlo deshabitado. "Le puse un precio normal, nada abusivo" y se lo alquilé a un chico muy majo, con una nómina y la fianza de un mes, asegura. Sin embargo, a los seis meses una vecina me avisó que algo raro pasaba en mi piso porque había mucho sube y baja de extranjeros con maletas por las escaleras. Después de mirar en algunos portales de alquiler turístico, María D.P se encontró su propio piso. "El inquilino al que se lo alquilé ¡lo realquilaba a turistas al doble del precio!" -afirma.
Los datos hablan por sí mismo: El precio medio del alquiler en España se ha disparado un 5,92% el año pasado. Los alquileres más altos estuvieron en Madrid (1.501 euros mensuales), Baleares (1.179 euros mensuales) y País Vasco (1.099 euros mensuales), según un informe de Pisos.com.
La realidad es que la edad media de las personas que han buscado vivienda para emanciparse se situó en 2019 en los 32 años, ligeramente superior a los 31 años que se registró en 2018 debido al aumento de los precios de alquiler y compra. Más de la mitad --un 57 %-- de los que han buscado vivienda para emanciparse en los últimos 12 meses no la ha encontrado.
Que no te engañen: un zulo no es una casa
Un mercado salvaje, desregulado dejado a los vaivenes de la oferta y la demanda provoca en muchos casos abusos. La OCU advierte de algunas de las cuestiones que debes tener en cuenta antes de firmar un contrato de alquiler. Adelantar dinero y firmar el contrato sin haber visitado la vivienda es un error que el exceso de confianza te puede hacer alquiler algo que se alquile como vivienda y acabe siendo... un trastero.
Es necesario -advierten- comprobar, además del tamaño, número de habitaciones, ubicación real otras dos cosas importantes: el estado de las ventanas y el tipo de calefacción, especialmente si la zona es fría.
Dentro de la confianza excesiva está el fiarse de un acuerdo verbal, hay que hacer un contrato y un inventario de entrada, que es bueno para ambas partes. Algo común, como reconocen los protagonistas de nuestra historia de hoy es que intenten que pagues gastos que no te corresponden. Desde la OCU se recomienda que no se acepte la carga en el contrato ni del IBI ni de los gastos de comunidad. Si el propietario ha encargado a una agencia la búsqueda de inquilino debería pagar él la comisión.
Si alquilar es casi imposible, comprar es una utopía
Los jóvenes ya no son el público target de la venta de viviendas. Si antes de la crisis los jóvenes eran un público objetivo para la venta de vivienda, debido a las facilidades hipotecarias que concedían los bancos, este grupo se ha visto desplazado en los últimos años. Actualmente los precios de la vivienda aumentan a un ritmo que no necesariamente se ajusta al crecimiento de los salarios.
De hecho, en la Comunidad de Madrid, por ejemplo, una persona debe dedicar el sueldo íntegro de 8 años para poder pagar una vivienda, según Statista. Además de los bajos salarios y los contratos precarios e inestables, las entidades financieras han endurecido las exigencias para conceder préstamos, resultando en que el perfil solicitante de hipotecas sea mayor a 35 años y con ingresos altos y estables.
Otro de los públicos objetivos a los que se dirige la oferta inmobiliaria hoy en día es hacia aquellos que buscan viviendas de reposición. Es decir, población que vende su vivienda actual para comprar otra casa. Los ahorros de este perfil, junto con las ganancias resultantes de la venta y un posible préstamo hipotecario, les permite mejorar su situación actual. La vivienda de obra nueva es una alternativa bastante común entre los que buscan una vivienda de reposición.
Coliving, la única opción para muchos jóvenes
Los jóvenes, por su parte, sigue aumentando la ratio de hogares que viven en régimen de alquiler y comienzan a buscar otras soluciones a la vivienda que se adecuen a su estilo de vida y sus presupuestos, como por ejemplo la nueva modalidad de coliving, una tendencia de “convivencia" que junta vivienda y espacio de trabajo compartido para dar solución a la escasez de vivienda.
No queda duda de que en España sigue predominando la propiedad de la vivienda ante el alquiler. Sin embargo, a pesar de que la mayor parte de la población española es propietaria de su vivienda habitual, cada vez es mayor el porcentaje de aquellos hogares que viven en régimen de alquiler, sobre todo, si comparamos las cifras de antes y después de la crisis.
Actualmente, el 17,8% de los hogares vive en alquiler, mientras que antes del 2008, este porcentaje apenas superaba el 14% (INE). Una de las promesas del nuevo Gobierno de coalición PSOE-UP contempla la regulación del alquiler para facilitar el acceso a los que ahora -y son tantos- no pueden ni alquilar, ni comprar. Tendremos que esperar a ver qué pasa.