Las claves de la universidad del futuro
No sólo habrá veinteañeros: en las aulas convivirán alumnos de diversas nacionalidades y edades
Más del 15% de los universitarios en España estudia ya en instituciones cien por cien online
Si la universidad no es capaz de emplear a sus titulados o convertirles en emprendedores, su futuro peligra
Las facultades del futuro serán muy diferentes las que conocemos hoy en día, y puede que la pandemia del Covid-19 haya acelerado y adelantado el proceso de cambio unos años en tan solo unos meses. El e-learning o formación online cambiará la idiosincrasia y características de las instituciones de educación superior, que contarán con alumnos de diferentes edades y ya no solo con grupos de teenagers y veinteañeros; en aulas formadas por estudiantes de una mayor variedad de nacionalidades; y que asistirán menos a clases presenciales y trabajarán más tiempo en un campus virtual delante de su ordenador o dispositivo móvil.
No cabe duda de que la universalización del acceso a Internet y la eclosión de los dispositivos móviles han transformado para siempre muchas actividades y sectores económicos. Y como no podía ser menos, vienen teniendo desde hace años un fuerte impacto también en el sistema educativo; más especialmente en los estudios universitarios, en los programas de posgrado y en los planes de formación continua de profesionales.
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Pero esto es sólo el principio. Los expertos vaticinan una verdadera revolución en las universidades. Algo que ha se ha producido en otro sector caracterizado por la transmisión de información y conocimiento como es, por ejemplo, el de los medios de comunicación. Si los pronósticos se cumplen, las instituciones de educación superior deberán afrontar más pronto que tarde un proceso de auténtica transformación. Algo que nunca es sencillo, en ningún ámbito; suele estar lleno de dificultades, retos y resistencias al cambio que hay que ir superando para avanzar en ese camino hacia la modernidad y las aulas del mañana. Así ha sucedido también, siguiendo con el ejemplo, en el sector de los medios informativos.
Este cambio se producirá en todo el mundo, y en el caso particular de España no será un trayecto fácil de completar con éxito y rapidez. Nuestro sistema universitario cuenta con 83 universidades oficiales repartidas por toda la geografía nacional, y la mayoría de ellas son instituciones dependientes de las administraciones autonómicas que tienen trasferidas las competencias en materia de educación: 50 de ellas son públicas y 33 privadas.
El sector público no se caracteriza precisamente por su capacidad de transformación ni por la velocidad en la introducción de cambios, sino más bien por su lentitud, sus resistencias al cambio y sus procesos muy burocratizados. Lo que no hace sencillo afrontar el desafío que las universidades tienen por delante, con claustros de profesores muchas veces inmovilistas y con empleos garantizados de por vida. Pero, “de no hacerlo quedarán abocadas a la irrelevancia y serán desplazadas como agentes y referentes educativos”, advertían Emilio Álvarez-Arregui, profesor del departamento de Educación de la Universidad de Oviedo; y Xavier Arreguit, director general y presidente de la empresa suiza Innobridge especializada en gestión de la innovación; en su artículo El futuro de la Universidad y la Universidad del Futuro. Ecosistemas de formación continua para una sociedad de aprendizaje y enseñanza sostenible y responsable.
Además, hasta ahora las aulas de nuestras universidades han estado muy poco internacionalizadas en los estudios de grado, salvo contadísimas excepciones; algo que sí han logrado, en general, en sus programas de posgrado en mayor proporción; luz hay para la esperanza, puesto que también en los programas internacionales de intercambio como el popular Erasmus europeo, nuestro país es destino predilecto entre los estudiantes del Viejo Continente: cerca de 53.000 en el curso 2018-2019 (52.830), lejos del segundo Alemania (34.750), Francia, Reino Unido e Italia, que completan el top cinco de destinos Erasmus.
Tampoco los medios de teleformación, que se han acelerado eso sí durante la pandemia, tenían un protagonismo especial en el día a día de nuestras universidades hasta la llegada del Covid-19.
En el futuro las universidades no formarán sólo a los jóvenes, sino también a los adultos; incluso a personas de la tercera edad. Y estos programas de estudios dirigidos a este tipo de alumnado más sénior serán mayoritariamente online, como adelantaba un estudio llevado a cabo por Oxford University Press, el departamento editorial de la prestigiosa Universidad de Oxford británica.
Aulas globales multigeneracionales y más formación online
Las facultades del futuro se convertirán en aulas globales con estudiantes de diversas procedencias geográficas; también serán multigeneracionales, por lo que tendrán que gestionar, como sucede en las empresas, una convivencia entre diferentes generaciones hasta ahora ajena a este tipo de instituciones llenas de veinteañeros y que no siempre resulta una cuestión sencilla; y serán, además, multiculturales, especialmente en las titulaciones de grado.
De hecho, esta formación online para un mayor abanico de públicos es una realidad que ha comenzado a vislumbrarse en España. Hay cuatro universidades que imparten sus estudios en un formato cien por cien virtual. El 15,4% de los estudiantes universitarios de nuestro país hacían sus carreras en instituciones a distancia en el curso 2018-2019, último dato oficial publicado; es decir, 245.421 alumnos; de ellos, cerca de 200.000 seguían titulaciones de grado (191.019); más de 50.000 cursaban estudios de posgrado (52.052); y apenas 2.350 cursaban programas de doctorado.
Sobrevivirán solo los centros que aporten valor y herramientas para el empleo
Pero los retos no llegarán sólo a las universidades que imparten sus titulaciones cien por cien a través de la red. El desafío es también para las instituciones presenciales. El e-learning está transformando ya la formación ejecutiva, sin duda. Y lo hará con la universitaria. Cambia la forma en que se entrega el conocimiento, y se trata de una revolución de la que ninguna universidad se va a librar. El reto será cómo hacerlo con un modelo sostenible. Pero también será una oportunidad para llegar a estudiantes de todo el mundo y de todas las edades.
En este proceso de evolución, sólo sobrevivirán los centros que demuestren que aportan un valor añadido a través de la interacción personal, que sigue siendo necesaria. Habrá instituciones cien por cien presenciales, otras cien por cien online y otras que combinen los dos formatos: la formación online con la intensidad y experiencia de las clases presenciales.
Y es que, como se sabe, las especies que sobreviven no son las más fuertes, sino las que más se adaptan. Algunos responsables universitarios vienen advirtiendo que si los titulados universitarios no son capaces de acceder al mercado laboral cuando terminan sus titulaciones o de crear sus propias empresas, el futuro no será nada halagüeño para las universidades. Antes se decía que si la universidad no era investigadora no era universidad. Ahora, algunos señalan ya que si la universidad no es empleadora y emprendedora, no será universidad.
Pero los estudiantes asistirán a muchísimos más cambios. El nuevo público universitario, de mayor edad como se ha comentado, demandará también una mayor flexibilidad de horarios y de adaptación a sus necesidades; pero también los jóvenes quieren, por cultura, cada vez más formación delante de una pantalla. Además, el e-learning favorecerá unos grupos más internacionales, con alumnos más activos y participativos y un papel muy diferente de los docentes, que serán, sobre todo, un guía.