Una llanta sumergida en el mar; un motor oxidado en el cauce de un río; una lata tirada hace años en pleno parque natural; infinidad de botellas de plástico abandonadas en cualquier rincón… Las organizaciones ecologistas no se cansan de advertir y alertar del riesgo que suponen determinados desechos para el medioambiente. A todo ese desastre lo denominan ya ‘basuraleza’: basura abandonada en entornos naturales.
“No solo está afeando el paisaje sino que está generando un impacto y un daño ambiental”, alerta Miguel Muñoz, de la organización SEO BirdLife.
Para combatirla y para tratar de minimizar el daño trabaja el ‘Proyecto Libera’, –creado por SEO BirdLife, en alianza con Ecoembes, entidad que se dedica al reciclaje–, en el que 30.000 voluntarios organizados en batidas retiran miles de kilos de basura. Bolsa a bolsa, han recogido ya más de 80 toneladas, con especial atención a los plásticos. Tardan décadas en degradarse y suponen además un daño directo en los seres vivos. Provocan “posibilidad de ahogo, de enredo, de desprendimiento de contaminantes”… cuenta Sara Güemes, de Ecoembes.
Por otro lado, las colillas son los residuos más habituales. Cada una puede contaminar hasta 50 litros de agua dulce.
Toda la basuraleza tiene efectos en el ser humano: los residuos pasan a la cadena alimentaria. Lo que abandonamos, nos lo acabamos comiendo.