La industria textil es la segunda más contaminante del mundo, por detrás de la petrolera, pero cada vez más personas están más concienciadas con la sostenibilidad del planeta. Por eso, la compra y venta de ropa de segunda mano está experimentando un auge.
En España, está de moda desfilar y vestir con ropa de segunda mano, y parece que la tendencia llega para quedarse. Uno de cada tres jóvenes compra ropa que ya ha sido usada porque “no pasa de moda del todo y hay que reutilizarla”. Conciencia ecológica que ha provocado un crecimiento del 16 % al negocio, mientras que la ropa a estrenar solo asciende un 3%. Para los que piensan que las prendas van a estar sucias o descuidadas, explica una propietaria de una de las empresas que se dedican a este nuevo mercado que “limpiamos todas las prendas y las planchamos, están como las sábanas de un hotel o los cubiertos de un restaurante” y además es “más barato, reutilizable y no contamina tanto”.
Pocas personas son conscientes de las terribles consecuencias que tiene la denominada ‘fast fashion’, o sea, la moda rápida y la compra compulsiva. Según el informe elaborado por la Fundación Ellen MacArthur “Una nueva economía textil: rediseñando el futuro de la moda”Fundación Ellen MacArthur , cada segundo, el equivalente a un camión de basura cargado de ropa se desecha. Y es que la compulsividad a la hora de adquirir prendas, motivada en cierto modo por las “ofertazas” de las influencers en redes sociales hace que, al final, solo se utilice el 20% del armario, y cada prenda se usa solo diez veces antes de ser tirada, según un informe de la ONU.
Ropa que se tira, pero no se recicla, y eso supone unos 500 mil millones de dólares en pérdidas cada año. Más dinero perdido que prendas producidas anualmente, que son en total 100 mil millones. Pero el dato alarmante es que el 75% acaban en el vertedero y solo el 25% son reutilizadas, según el informe “El futuro de la moda circular: evaluación de la viabilidad de los modelos de negocio”. Y aquí España tiene parte de responsabilidad, porque tira a la basura cada año 800.000 toneladas de desechos textiles. Según un estudio de Circular Fibres Initiative, menos del 1% del material utilizado en la fabricación se usa para confeccionar nuevas prendas.
Que la industria textil sea la segunda más contaminante no es nada raro. La ropa, y sobre todo el poliéster con el que están realizadas muchas prendas, desprenden microplásticos en la lavadora, que acaban en ríos y mares, y, como consecuencia, en la cadena alimentaria. En datos, medio millón de toneladas de microfibras acaban en los océanos cada año, lo que equivale a más de 50 mil millones de botellas de plástico.
La fabricación es uno de los procesos que más perjudican al medio ambiente: para crear una camiseta de algodón se necesitan entre 1.200 y 4.000 litros de agua, y para un par de vaqueros hay que invertir unos 11.000 litros. El agua es necesaria tanto para el cultivo del algodón como para el proceso de producción de la prenda. Se consumen alrededor de 387.000 millones de litros de agua al año para este fin.
A esto hay que añadir las sustancias químicas tóxicas que se desprenden de cada confección: según la Agencia Internacional de la Energía, hace 4 años esta industria emitió a la atmósfera 1,2 millones de toneladas de CO2, más de lo que emitieron todos los barcos y aviones del planeta. La viscosa, otra de las materias primas más utilizadas, a pesar de estar hecha de fibra vegetal, se obtiene tras un proceso químico muy contaminante, que perjudica tanto a la vida marina como a los trabajadores y la población cercana a las fábricas. El informe “Moda sucia: la contaminación en la cadena de suministros del textil está intoxicando a la viscosa” alerta de estos efectos devastadores.
La preocupación por el crecimiento de la compra de moda está latente desde hace años, cuando la producción de prendas a nivel mundial se duplicó entre los años 2000 y 2015: pasó de 50.000 millones a 100.000 millones. El consumidor compra por término medio un 60% más de ropa que hace una década.
Por todos estos factores, cada vez son más las voces que alertan de que si nada cambia, en unos 30 años la industria de la moda utilizará una cuarta parte del presupuesto mundial de carbono. Son estos mismos actores los que pretenden crear nuevos modelos de negocio en los que la ropa dure más, se use más y se recicle. Para ello es necesario también explorar nuevos materiales.
Tal y como opera actualmente, la industria de la moda no es sostenible, pero trata de reinventarse motivada en cierto modo por la presión social y por los nuevos fenómenos que han surgido como ‘köpskam’, entendido como ‘la vergüenza de comprar’ o el ‘no buy year’, que consiste en no adquirir ropa en un año para ser conscientes de la falsa necesidad de comprar tan asiduamente. La proliferación de aplicaciones de venta de ropa de segunda mano y la organización de “SWAP Parties”, es decir, reuniones para intercambiar ropa con otras personas, son muestra de la creciente concienciación. Las principales compañías del mundo también se están subiendo al carro, y han firmado el ‘Fashion pact’ para comprometerse con el futuro del planeta.
Moda o no, mientras contribuya a cuidar el planeta, bienvenida sea.