Tras 44 días buscando sin descanso a Anna y Olivia, las niñas desaparecidas junto a su padre en Tenerife, se cumple el peor de los escenarios tras encontrar este jueves dos bultos en el fondo del mar. Uno de llos, vacío. El otro, con el cadáver de Anna, la niña de seis años. Se cumple así la peor venganza machista contra la madre, Beatriz Zimmerman. La búsqueda continúa sin tregua porque falta el cuerpo de la pequeña Anna de un año. Y cerca estará el de Tomás.
Tras el hallazgo, los investigadores no han hecho más que confirmar una teoría que ya tenían como principial: Gimeno asfixió a sus hijas y las introdujo en los petates que luego transportó al puerto y a su lancha. De hecho, tras volver a la casa de sus padres, ese 27 de abril, nadie volvió a ver con vida a las pequeñas.
El barco Ángeles Álvariño estaba parado en el mismo barranco donde encontró la botella de buceo de Tomás Gimeno con el edredón atado en la grifería por un extremo. Palmo a palmo el robot buscaba sin tregua porque la Guardia Civil tenía el convencimiento de que Tomás asesinó a sus pequeñas y luego embarcó los cuerpos y los lastró en el mar con el ancla y la cadena de la barca.
Así han hallado los dos bultos, atados al ancla, pero uno estaba vacío. En el otro el cuerpo de Olivia. A 1.000 metros de profundidad. Los lastró, creen, entre las 21.30 y las 23.15 porque cuando volvió al puerto ya no llevaba los petates que había cargado.
El Servicio Marítimo registró la barca por un asunto de drogas. Tomás muy nervioso fue a comprar un cargador de móvil antes de embarcar otra vez. Había hablado con la madre de sus hijas en tres ocasiones, tres llamadas que ayudaron a situar su teléfono en el mar. Y en la segunda salida a las 00.15 volvió al mismo punto del mar. Y otra vez el teléfono lo situó. Una conversación de más de 20 minutos con Beatriz, hablando del matrimonio y de la vida. Si en las otras conversaciones le había dicho que ya no les volvería a ver y que él cuidaría bien de sus hijas, en la última llamada le dijo que se iban “muy lejos”. Era la 1.30 de la madrugada. El móvil de Tomás volvió a situar la escena del crimen.
La Guardia Civil cree que Tomás se lastró después con los 8 kilos de plomos de su cinturón de buceo, suficiente para caer al fondo como una piedra y su móvil se apagó en el mar bruscamente. La búsqueda continúa sin tregua porque falta el cuerpo de la pequeña Anna de un año. Y cerca estará el de Tomás. Están convencidos.
Tomás Gimeno dejó su barca a la deriva y la lancha apareció al día siguiente más al sur. Pero los investigadores sabían que todo había ocurrido al norte, y las corrientes habían desplazado la lancha. Y pensaban que dejar la barca vacía era una escenificación cruel y despiadada para que su exmujer nunca supiera qué había ocurrido.
Escapar de la isla era inviable con dos pequeñas, pero él quería que todo el mundo lo pensara. Esa es la gran simulación. Y la Guardia Civil lo sabía. Pero la madre de Anna y Olivia le daba la vuelta al argumento, intentaba pensar que todo era un montaje, una la escenografía para eliminar cualquier rastro de la vida de las niñas, pero para para huir con ellas. No quería ni imaginar que la acción de Tomás Gimeno se parecía más a lo que pretendió hacer José Bretón para seguir maltratando a su exmujer de por vida. De hecho, Bretón jamás ha reconocido que matara a sus hijos en la hoguera a pesar de haber sido condenado por ello. Beatriz, de la mano de su portavoz Joaquín Amills, lo explicaba “no tenemos ni un solo indicio del peor de los escenarios, no hay nada y los único que vemos es una obra escénica”.
Desde el principio sospecharon porque nadie había visto a las niñas Olivia y Anna vivas salir de la vivienda de su padre. Esa tarde, Tomás había recogido a sus hijas, a la pequeña en casa de su madre y a la mayor en el colegio. Habían pasado por la casa de los abuelos, se había despedido de ellos, había llevado el perro sin que nadie se diera cuenta. Y había vuelto a su casa con las pequeñas después de llevar a la mayor a sus clases en el puerto y él verificar, mientras, que la barca estaba en condiciones para su plan.
Lo siguiente que ocurrió fue la desesperada persecución de una madre angustiada. Porque Beatriz llegó a la casa a las 21 horas y ya no estaba Tomás ni las pequeñas. Le llamó y el ganó tiempo diciendo que cenaban fuera y luego las llevaba. Estaba camino del puerto y probablemente ya las había asfixiado, que es lo que piensan que ocurrió. Beatriz volvió a localizarlo a las 10 y en esa conversación Tomás ya le dijo que no se la devolvería. La cámaras le habían captado en el puerto sacando de su coche seis bultos en tres viajes desde el maletero a la lancha. Dos bultos eran dos petates de neopreno sospechosos. Beatriz llamó y llamó y fue al cuartel de la Guardia Civil. pero para cuando los agentes hicieron un par de llamadas a ver si era verdad lo que decía esa madre, el móvil de Tomás ya no funcionaba.
Se había quedado sin batería y los guardias le dijeron a Beatriz que si no tenían convenio de visitas, no podían determinar un secuestro parental. No se empezó a buscar hasta el día siguiente. Cuando todo el entorno de Tomás había recibido mensajes de despedida. Para el entorno el hecho de que Tomás dejar su coche, su moto, su lancha, o su perro a amigos y familia, significaba que él quería que le cuidaran todo porque se fugaba. Pero para la Guardia Civil significaba un brutal crimen machista.