El mar de olivos, el valle del Guadalquivir, literalmente se asa. Los que allí viven nos dicen que “está cayendo la mundial”, que “es insoportable”, o que “no se aguanta el calor”.
Con 40 grados Jaén es un páramo. Nadie en la calle porque no hay quien esté. Misma estampa en Badajoz, que sufre un calor asfixiante. O en la ciudad de la Alhambra, donde el bochorno casi se puede tocar, y al granadino le toca sufrirlo. Una de ellas nos apunta que “con el nubladillo se puede pasar, pero si estuviera el sol, lo puedes pasar”.
A los sevillanos que esta mañana no les ha tocado trabajar han buscado refugio en los centros comerciales, --“al precio que se pone la luz, es mejor estar aquí, que lo pague otro”--, o han intentado hacer la ola más fresquita en la piscina, dentro, a la sombra o sentado en una terraza, a que nos refresque la débil lluvia que sueltan los aspersores, que en Valencia ha caído de forma más generalizada, pero mucho más sucia, en forma de barro. Pero al tener una temperatura más suave y una playa cerca con un buen chapuzón se quita uno el polvo, y el calor.