El suicidio es la segunda casa de muerte general entre los 15 y los 29 años por detrás de los tumores y sube hasta la primera posición si se consideran solo las defunciones por causas externas. Los jóvenes, por lo tanto, también se quitan su propia vida, aunque raramente aparezcan en los medios de comunicación. Una problemática silenciada a lo largo del tiempo y que no es nueva, a pesar de que no se hable de ella.
“Cuando los temas son tabús la gente no se atreve a hablar de ellos”, señala la directora del teléfono de la fundación ANAR, Diana Díaz. Este número de ayuda para niños y adolescente, al que los menores pueden llamar anónima y gratuitamente por cualquier tipo de problema, ha experimentado un gran repunte en los casos de autolesiones e intentos de suicidio. Si en el año 2012 apenas recibían 282 llamadas relativas a este tema, en el año 2016 ascendían a 1.598.
Una problemática que en los jóvenes, si se compara con el resto de edades, está más en la alta tasa de intentos, según el presidente de la Sociedad Española de Suicidología, Andoni Anseán. “El problema que tenemos con la población juvenil es que tiene una alta tasa de intentos, no tanto de suicidios consumados”, señala, aunque añade que en estas edades son particularmente sensibles.
Una conducta compleja
Determinar las causas que llevan a un joven a suicidarse es complejo, ya que entran en juego muchos factores. “La edad de pubertad y la adolescencia son edades complicadas donde cambian muchas cosas a nivel orgánico y psicológico. Es una edad de riesgo por la vulnerabilidad”, afirma Anseán. Desde la asociación, además, señalan que si a esto se le añaden factores de riesgo como el acoso y fracaso escolar o el abuso, las condiciones para que se den instintos suicidas aumentan.
Desde la fundación ANAR, en cambio, creen que detrás del repunte que ellos han vivido en los últimos años, haya varios motivos. Entre ellos destacan la dificultad que tienen los adolescentes para solucionar los problemas, la soledad que sienten a pesar de estar acompañados, la presión que viven y la moda en Internet. “El peligro de las nuevas tecnologías es que son un amplificador del fenómeno”, señala Díaz, ya que al hacer una búsqueda sobre cualquier método de suicidio “muy fácil van a aparecer más de 800.000 resultados instantáneos”.
Los sentimientos, muy importantes
La juventud es una etapa vital complicada, donde los sentimientos afloran de manera muy intensa y en la mayoría de los casos, no tienen su espacio ni se saben manejar. “Nos preocupa mucho que no se validen las emociones. En la adolescencia hay que darles espacio y tienen que ser legítimas”, afirma Díaz.
Algo en lo que también coincide Anseán, quien señala que sería importante incorporar la gestión emocional a nivel educativo. “En las escuelas e institutos se nos escapa poder enseñar el mundo interior, explicar lo que nos pasa, facilitar la expresión y gestión de las emociones”, afirma. Desde la Sociedad Española de Suicidología también destacan en la dificultad de esta etapa vital. “Es bastante conflictiva a nivel interno y externo y uno de los riesgos es la posibilidad de que aparezca una conducta suicida”, señala.
Hablar sobre ello
“La clave está en hablarlo, los jóvenes también comparten el tabú, lo que hace que no se aborde en el entorno escolar, en la familia o en el colegio”, afirma Andoni Anseán sobre el recelo social que hay a la hora de tratar este tema. Un silencio que afecta a todo el conjunto de la ciudadanía, desde los medios de comunicación hasta las conversaciones en la calle.
La falsa creencia del efecto llamada es perjudicial, tal y como señala la Organización Mundial de la Salud. Según este organismo, es necesario darle un espacio al suicidio y tratarlo con rigor y respeto. “Hay que acabar con el estigma de no hablar sobre el suicidio. Empecemos a hablar ya que, si no lo hacemos, no llega la ayuda”, señalan desde la fundación ANAR.
Un problema de salud pública al que los organismos institucionales ya están intentando poner remedio. El objetivo: reducir el número de fallecimientos por esta causa. Por ello, el pasado junio la exministra de Sanidad, Carmen Montón, anunció la creación de un Plan de Prevención del suicidio. Una respuesta tardía, pero que sin duda ayudará a visibilizar y dar respuesta a una lacra social que acaba con la vida de muchas personas, incluidos los jóvenes.