Diagnóstico: soledad. Así de claro y así de tremendo. Lo escribe el médico en su informe. Pero, además, le hace una foto y lo publica en su perfil de Twitter. Impacta leerlo, en mayúsculas, con todas sus letras. Y con la foto, un breve texto: “El primer diagnóstico de hoy, cada vez más frecuente”.
¿Por qué lo publica? Porque no es la primera vez que lo escribe. Al contrario, la situación se repite en su consulta. Y hace ya tiempo que Martín, médico de familia, decidió alertar sobre ello, tanto en sus informes como en sus redes sociales. “Yo lo codifico, sí. Como diagnóstico médico puede ser cuestionable, pero no como diagnóstico social. Es un problema grave, que nos afecta a todos”. Hablamos de soledad. Y, más concretamente, de soledad en la vejez.
Quien habla es Juan Martín Fernández D’Eboli, médico del centro de salud de Beniopa, perteneciente a Gandía (Valencia). Desde su pequeña consulta, y con ayuda de las redes sociales, este médico uruguayo intenta llamar la atención sobre una realidad que él vive cada día pero que, dice, estamos dejando de lado. “Es un problema grave, pero es un poco tabú. No se habla de esto, de la soledad en la vejez ¿Por qué? Quizá porque nos vemos reflejados todos, todos nos vamos a ver en esto en algún momento”, advierte.
Martín no quiere hablar de casos concretos, ponerle nombre ni cara al problema, “por respeto a mis pacientes”. Pero nos cuenta quiénes suelen recibir ese diagnóstico. “El perfil que yo veo son mujeres mayores que viven solas. Los estudios dicen que también hay un porcentaje de hombres, pero yo casi no veo. Quizá lo expresan menos, o vienen menos, o lo ocultan”.
Son mujeres, mayores de 65 años, que van a su consulta, muchas veces, sin que haya un motivo médico detrás. “Son mujeres que vienen a la consulta a hablar, algunas veces no tienen ninguna causa en concreto para venir. Yo, con las personas mayores, intento que vengan todo lo que puedan, que su cita sea presencial. Y si no, si les llamo, me paso 15 o 20 minutos hablando con ellas. Tengo una paciente con la que, siempre que la llamo, me paso hablando media hora. Necesitan mucho hablar”.
Y cuando hablan, es cuando aparece esa soledad. “En la consulta, los síntomas más frecuentes son los de la depresión: tristeza, llanto, insomnio, mal dormir… Hay algunas que directamente te lo dicen (que se sienten solos y están mal) y hay otras en que lo notas y se lo preguntas”. Porque su consulta, como la de la gran mayoría de los médicos de atención primaria, es mucho más que una consulta médica.
“Los médicos de AP tenemos una ventaja. Conocemos al paciente a lo largo de su vida, estamos siempre con los mismos y nos vamos conociendo. Cuando hablamos con ellos, dentro del poco tiempo que tenemos, hablamos sobre la vida y al hablar, detectamos cosas”, explica.
La gran mayoría de esas mujeres mayores que acuden a su consulta “a hablar” viven solas. Aunque Martín advierte algo importante: “Soledad no significa vivir solo, y vivir solo no necesariamente conlleva soledad”. Hablamos, por tanto, de soledad en la vejez, pero soledad “no deseada”.
¿No tienen familia? “Algunas sí, pero otras no. Algunas están completamente solas”. Y en los casos en que sí tienen familia, explica el médico que lo que suele ocurrir es que viven lejos, en otra comunidad o en otros países, y no pueden darles la atención que querrían. “En ninguno de los casos que yo veo, es por desidia de la familia”, advierte.
La realidad es que le buscan a él para hablar, y eso ya lo dice todo. “Alguna tiene cuidadora, y cuando las hay, se convierten en sus familias. He visto relaciones de años muy bonitas entre cuidadores y personas que se sienten en soledad”. Muy bonitas, pero a la vez muy duras.
Hubo un caso que le llegó especialmente, hace años, y en ese caso fue un hombre, no una mujer. “Me pidieron que fuera a su casa por un resfriado. Eran personas que estaban de paso, no pacientes habituales, yo no los conocía. Me extrañó la llamada, por un resfriado, pero fui. Era un hombre mayor, con un alzheimer moderado, que estaba resfriado". Tras explorarle y confirmar el resfriado, empezó a hablar con el que estaba con él, también de unos 80 años, que era su hermano.
"Estaba totalmente solo, cuidando a su hermano enfermo, no tenía ninguna ayuda ni red de apoyo y se echó a llorar a lágrima suelta. Ese era el motivo por el que quería que fuera, no el resfriado”. El hombre necesitaba hablar, llorar, desahogar. “Así que lo primero fue consolarlo, acompañarlo. Después, pedí ayuda a la trabajadora social y que se movilizaran recursos para ellos”.
Martín pidió ayuda para este hombre, como la ha pedido para muchos otros de sus pacientes. Pero lo hizo porque quiso. No hay un protocolo específico para estos casos, ni un programa centrado en ellos, que facilite esa ayuda a las personas que la necesitan. Y no son pocas. En España, hay unos 5 millones de personas que viven solas, y casi la mitad son mujeres mayores de 65 años. Como las pacientes de Martín.
Y la pandemia no ayuda. Los casos aumentan, la soledad se acentúa. Los médicos de AP “no tenemos una intervención especifica para la soledad, como la que hay para otras cosas, como la dependencia o la violencia de género”, se queja el médico. “Por eso, a mí me gusta codificarlo”. Por eso, su llamada de atención. “Lo codifico por varios motivos: primero para mí mismo, y después para que quien lo vea (un enfermero, un médico de urgencias…) lo tome como diagnóstico y lo tenga en cuenta al atender a esa persona”.
Porque en esto, como en todo, la detección del problema es el primer paso para poder resolverlo. “Creo que en la atención primaria debería haber un programa de detección, para poder intervenir posteriormente, desde el punto de vista social. Porque yo veo casos que pueden recurrir al médico, sí, pero no recurren a otros sitios”. Y no recurren porque no los hay.
Este médico tiene claro, además, que, dada la dimensión del problema y las características de las personas que lo sufren, habría que ser proactivos. “No esperar a que vengan las personas, ir a buscarlas”. Pide “una intervención social coordinada entre las administraciones” para afrontar el problema. Y hacerlo ya. “En violencia de género, por ejemplo, hay un programa específico para derivar a las personas que la sufren, pero con la soledad no lo hay”.
Y ello a pesar de que detrás de la soledad hay muchos otros problemas. “La soledad conlleva morbimortalidad”, explica el médico. Y recuerda que hay estudios que la asocian con un aumento de las enfermedades cardiovasculares, las infecciones respiratorias, la depresión, la ansiedad, los suicidios, el deterioro cognitivo… La soledad aumenta el riesgo de morir de forma temprana”.
En esta situación, Martín tiene claro qué es lo primero que habría que hacer para tratar de cambiar las cosas. “Lo primero: reconocerlo como problema. Y una vez reconocido, buscar estrategias para abordarlo desde muchos ámbitos distintos. Crear redes sociales de apoyo que puedan paliarlo. No solucionarlo, quizá, pero sí mejorarlo”. Pero para eso, insiste, “se necesita la detección, ponerlo sobre la mesa”. De ahí su diagnóstico, de ahí su tuit.