Alumnos de toda España encaran ya la temida Selectividad, hoy conocida como la EBAU, es decir, la Evaluación de Bachillerato para el Acceso a la Universidad. Los primeros en empezar han sido los estudiantes de la Región de Murcia, cuya convocatoria ordinaria arrancaba los días 1,2 y 3 de junio, mientras los últimos en sumarse serán los de Andalucía, Ceuta y Melilla, convocados para el 15, 16 y 17.
En esta prueba, se valorarán de forma objetiva los conocimientos y la madurez académica alcanzada por el alumno, que habrá de mostrar así que está capacitado para dar el salto a la etapa universitaria.
El problema, en este punto, es que en torno a ella existe una gran polémica que viene siendo recurrente durante los últimos años y que parece haberse acentuado con la pandemia: del mismo modo que los alumnos de las distintas comunidades autónomas no están citados en las mismas fechas, la prueba, es decir los exámenes que determinan si un estudiante está preparado para la universidad, no es exactamente igual para todos; un hecho que es continuo objeto de debate político, así como, a menudo, motivo de quejas entre el alumnado.
Los más críticos, en este sentido, denuncian que el hecho de que no exista una EBAU unificada contribuye a generar una mayor diferencia en términos educativos entre los estudiantes de cada región, y tampoco pasan por alto que, con el Real Decreto-ley 31/2020, del 29 de septiembre del pasado año, en el marco de la excepcionalidad de la pandemia se permitió que los estudiantes accediesen a la prueba de acceso a la universidad sin tener todas las asignaturas del Bachillerato aprobadas. Concretamente, en dicho Real Decreto-ley, en el artículo 6 se señalaba que, para obtener el título, el estudiante solo necesitaba “una calificación media igual o superior a la requerida para la superación de cada materia”.
Además, habida cuenta de que las distintas CCAA lo han adaptado o entendido según su criterio, algunos consejeros de Educación, como el de Madrid, Enrique Ossorio, precisamente por eso señalan que es una “injusticia” y que, el nivel de exigencia debería ser igual para todos en todos los territorios de España.
Por otro lado, los defensores de la EBAU reivindican las competencias autonómicas, también en materia de Educación, --dentro de los límites marcados por el Gobierno-- y reclaman que el esfuerzo de los estudiantes sea valorado objetivamente, alejándolo del debate fundamentado en los intereses políticos.
Con el debate sobre la mesa, precisamente distintos políticos, detractores de la EBAU o la gestión educativa del Gobierno, han recurrido en diversas ocasiones al informe PISA para establecer comparaciones, destacando, por ejemplo, el caso de Canarias, con el mayor porcentaje de sobresalientes en Bachillerato entre las comunidades autónomas en el curso 2019-2020, con un 22,8 (seguido por Murcia 22,4 y Andalucía, con 21,7), pero en la cola en los últimos años, junto a Ceuta y Melilla, en el citado informe.
Según define el propio Ministerio de Educación, el informe PISA (Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes) “contribuye a evaluar de forma sistemática lo que los jóvenes saben y son capaces de hacer al finalizar su Educación Secundaria Obligatoria (ESO) en más de 80 países del mundo”, y España está entre todos los que participan desde su primera edición, en 2000. Desde entonces, ha sido publicada en ciclos trienales hasta 2018, dado que el siguiente, que estaba previsto para 2021, fue aplazado debido a la pandemia.
“El informe se centra en tres competencias consideradas troncales: ciencias, lectura y matemáticas. Y además, en cada ciclo se explora una competencia innovadora, como la resolución colaborativa de problemas, en 2015, la competencia global, en 2018”, o el “pensamiento creativo”, que será añadido para PISA 2022. Además, desde 2012 se evalúa la “competencia financiera”.
Creado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), la evolución está diseñada por expertos en educación de todo el mundo. De hecho, como indica el Instituto Nacional de Evaluación Educativa, del Ministerio de Educación Cultura y Deporte, cada uno de los 80 países que participan contribuyen con alguno.
Como refieren, “la prueba trata de valorar si los alumnos pueden aplicar lo que han aprendido en clase en situaciones de la vida cotidiana. Además de la ciencia, la lectura y las matemáticas, incluye otras materias, como la resolución colaborativa de problemas o la competencia financiera. La participación por parte de los países es voluntaria. Si un país no tiene los recursos necesarios para participar puede hacerlo alguna de sus regiones. Cuando la organización de PISA acepta al país, se eligen uno por uno los institutos basándose en criterios estrictos para representar a todos los alumnos (con edades comprendidas entre los 15 y los 16 años y dos meses)”. “Los alumnos participantes en PISA se eligen aleatoriamente”, entre esa franja de edad, “la mayoría cursando 4º de la ESO en España en los centros escogidos”.
La prueba se realiza “en el idioma habitual de clase” y “no se les pide recordar fechas y nombres que hayan memorizado, si no interpretar textos, resolver problemas matemáticos o explicar fenómenos científicos usando sus conocimientos y razonamiento. No se les da una nota individual, sino que sus puntuaciones se incluyen en una media nacional”.
Cuando se elaboran los resultados de PISA, “el objetivo no es solo elaborar un ranking de países”. Lo que busca, indican, es señalar “si los sistemas educativos son más o menos eficaces a la hora de preparar a los alumnos para seguir estudiando o para trabajar”.
A este respecto, además, PISA busca saber si estos alumnos, de entre 15 y 16 años, “adquieren las habilidades sociales y emocionales necesarias para desarrollarse, saber trabajar y comunicarse con los demás”. También, de “reunir los resultados de la prueba, transformarlos en datos y relacionarlos para diseñar los sistemas educativos más eficientes”.
Son estos últimos, --esos sistemas-- según resumen, “los que dan a todos los alumnos, no solo a los más aventajados, las oportunidades para aprender y el apoyo para desarrollar su potencial”. “PISA no trata solo de mostrar la estructura de estos sistemas educativos, sino también de fomentar que los países aprendan de las experiencias de los demás para construir sistemas educativos más justos y más inclusivos”.
Por todo ello, pese a que el informe PISA es traído numerosas veces a colación para comparar las marcas o calificaciones de las distintas CCAA con las de los estudiantes en la EBAU, las diferencias son significativas, en tanto en cuanto el informe PISA no es una evaluación curricular sobre los contenidos o las asignaturas del alumno en Bachillerato, ni determina el acceso a la universidad para un estudiante ni fija notas individuales, sino que va más allá, centrando el foco de una manera no individualizada en el propio sistema educativo y, de forma más global, en las capacidades competenciales de los alumnos que lo integran.
En esto último, es a su vez donde podemos relacionar PISA y la Selectividad, dado que, si el informe busca esencialmente “construir sistemas educativos más justos e inclusivos”, a la par que más eficientes, necesariamente la búsqueda y consecución de esa meta habría de conducir, de una forma más integral, a la mejora en los resultados de cada alumno.
Con el fin de añadir algunos datos que se han utilizado para establecer comparaciones (pese a las diferencias existentes entre la Selectividad y el informe PISA), en el curso 2019/2020, el porcentaje de sobresalientes en Bachillerato de cada CCAA es el siguiente, según datos del Ministerio de Educación: