Lucha contra la resistencia bacteriana: “Si nos quedamos sin antibióticos, sería volver al siglo XIX”
“Es un problema mundial, pero tiene una singularidad en nuestro país que aún es más grave porque España ocupa el primer lugar en consumo de antibióticos, sin ninguna razón epidemiológica que justifique eso. No hay ninguna razón. Los españoles no somos más frágiles ante las infecciones ni el clima en España es más extremo que en otros sitios, más bien lo contrario, para facilitar infecciones por frío o por calor”, explica el doctor José Miguel Cisneros, presidente de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC).
Precisamente, un estudio realizado por SEIMC en marzo de este año analizaba la mortalidad por bacterias multirresistentes en 82 hospitales de 15 Comunidades Autónomas durante una semana. Se registraron 903 pacientes con infección por bacterias multirresistentes, de los que casi el 20% (177) fallecieron, 30 veces más que los fallecidos en carretera esa misma semana. A lo largo de este 2018 se estima que se desarrollarán en España 180.600 infecciones por este tipo de bacterias, que causarán 35.400 muertes. Las cifras son ciertamente preocupantes.
Estas muertes por bacterias multirresistentes “se han instalado de forma lenta y progresiva y, aunque causan mucho más dolor y sufrimiento que el ébola, por supuesto, o que la Hepatitis C, no están en la primera página de los periódicos. A la sociedad no parece preocuparle, a los políticos menos. Y a una parte de los profesionales parece que tampoco”, se lamenta el doctor Cisneros.
Para alertar sobre este problema, el 18 de noviembre se celebra el Día Europeo para el Uso Prudente de los Antibióticos. Ese día, el ECDC (European Centre for Disease Prevention and Control) invita “en particular a médicos, personal de enfermería, gerentes de hospitales, farmacéuticos, agricultores, veterinarios, legisladores, organizaciones profesionales y asociaciones de pacientes, instituciones gubernamentales y público en general, entre otros colectivos, a que publiquen mensajes en Twitter, Facebook o Instagram explicando las actividades que desarrollan para preservar la eficacia de estos medicamentos” con el hashtag #KeepAntibioticsWorking.
Según el Plan Estratégico y de Acción para reducir el riesgo de selección y diseminación de la resistencia a los antibióticos, de la Agencia española de Medicamentos y Productos Sanitarios, desde la introducción de los antibióticos en la práctica clínica, en la década de los años 1940, éstos se han convertido en medicamentos indispensables para el tratamiento de la mayoría de los procesos infecciosos bacterianos, tanto en el hombre como en los animales. El desarrollo de la resistencia a los antibióticos, especialmente la aparición y diseminación de bacterias multirresistentes y la escasez de tratamientos alternativos, son dos de los mayores problemas de salud pública y sanidad animal que es necesario afrontar en la actualidad.
Microorganismos resistentes
“Hablamos de bacterias multirresistentes, pero en realidad deberíamos hablar de microorganismos resistentes”, explica el doctor Francisco Guillén, director de Medicina Preventiva de la Clínica Universidad de Navarra y secretario de la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública e Higiene (SEMPSPH ya que no solo las bacterias se han vuelto resistentes a los antibióticos; también, por ejemplo, hongos como la cándida audis, se ha convertido en “resistente a los tratamientos habituales”, que sería la definición adecuada.
Esta resistencia se produce porque se da “una selección natural” entre las bacterias. “Al estar utilizando antibióticos, van muriendo las bacterias, pero las que sobreviven van pasando esos caracteres de una a otra”. Además, subraya el doctor Guillén, “tampoco somos conscientes de la velocidad a la que se reproducen las bacterias (…) Una bacteria como la E.coli se divide en 10 minutos”, a lo que hay que añadir que “desarrollan mecanismos muy sofisticados de resistencia”. Por ejemplo, “hay antibióticos que entran dentro de la bacteria, pero las bacterias han desarrollado bombas de expulsión: entra el antibiótico y después lo expulsan, lo achican como bombas de achique. Hay otros antibióticos, como la vancomicina, que tiene una diana y se ajusta a la pared de la bacteria. Lo que hace la bacteria es cambiar de sitio el antibiótico para que no le pueda afectar”.
Al mismo tiempo, no sólo se transmiten la información de resistencia de forma genética de 'madre a hija', sino que también pueden mandarse esa información entre ellas: “Es como si mandaras una información sobre cómo tener una resistencia a un antibiótico por Whatsapp. Hay pequeños paquetes de información que pueden intercambiar entre ellas”, explica el doctor Guillén.
Qué ocurre si los antibióticos no funcionan
“Si nos quedamos sin antibióticos, sería volver al siglo XIX”, afirma el experto en Medicina Preventiva. Y lo confirma, rotundo, el doctor Cisneros: “Si los antibióticos fallan, la medicina moderna no es posible porque no es posible hacer trasplantes sin antibióticos, no es posible poner quimioterapia contra el cáncer sin antibióticos, no es posible hacer cirugías complejas sin antibióticos”. Y añade que, “increíblemente, la sociedad permanece insensible a ello”.
“En la actualidad hay pacientes ingresados en hospitales de países desarrollados, incluida España, que tienen infecciones comunes por bacterias comunes pero ya con una mortalidad semejante a la de nuestros abuelos, a una época preantibiótica porque esas bacterias comunes que producen infecciones comunes se han vuelto resistentes a los antibióticos”, explica. Paradójicamente, “estando en el momento en el que más número y más potentes antibióticos tenemos, hay pacientes con infecciones contra las que no tenemos antibióticos que ponerles”, observa.
Cómo hemos llegado a esto
“Hemos llegado a ello por un abuso de antibióticos tanto desde el punto de vista profesional como desde el punto de vista de los ciudadanos”, señala. “Un uso abusivo e injustificado de los antibióticos”, subraya el doctor Cisneros.
El déficit de formación en enfermedades infecciosas, tanto de los profesionales, como de los ciudadanos es una de las causas de este problema. Un ejemplo: según datos del Eurobarómetro, a las preguntas para qué sirven los antibióticos y cómo se previenen las infecciones, los españoles fuimos los europeos que peor respondimos a estas preguntas. Y esto justifica que en nuestro país siga siendo tan común la automedicación con antibióticos, que hagamos caso a recomendaciones de amigos y familiares o que incumplamos la prescripción que el médico hace, bien en dosis (‘ya estoy mejor, lo dejo’) o en duración (‘para qué cada 6 horas, lo tomo cada 12 horas’).
A nivel profesional, la explicación, según el doctor Cisneros, estaría en “el nivel de conocimiento que se ha generado en los últimos 20-30 años gracias a la investigación en infecciones, antibióticos y bacterias es tan extraordinario que ni siquiera los que nos dedicamos día a día el estudio de este tema podemos estar al día. El problema es que las infecciones son trasversales. No es como el cáncer, que lo estudian los especialistas en oncología. Las infecciones las tratan desde el médico de familia y el pediatra en la comunidad hasta el intensivista en la UCI, pasando por todos los servicios”. De ahí que se produzca un diagnóstico incorrecto ante este tipo de enfermedades, “lo que explica que una de cada dos prescripciones sea inadecuada a nivel mundial”.
Ante esto, los expertos reclaman una especialidad en enfermedades infecciosas dentro del programa MIR, una recomendación de la UE que, además, el Parlamento español ha aprobado en dos ocasiones, en 2010 y 2017, por mayoría absoluta de todos los partidos, ningún voto en contra, y que aún no se ha implementado. “Es una deficiencia injustificable”, se indigna el doctor Cisneros.
Qué hacer
“Hay que considerar que los antibióticos son un patrimonio y no hay que dilapidarlo”, indica el doctor Guillén. “Es una batalla y tenemos que ser conscientes de que los antibióticos son como un recurso no renovable. Hay que intentar utilizarlos solo cuando sea necesario”, señala el doctor Guillén. “Si los usamos menos, podrán tener una vida más larga de uso”, asegura.
En esta lucha entre bacterias y humanos, vamos perdiendo porque “los antibióticos tardan tiempo en desarrollarse… Hemos tenido durante muchos años una tendencia decreciente, ha ido disminuyendo el número de antibióticos que sacaba la industria farmacéutica al mercado. Quizá porque cada vez es más difícil desarrollarlos”.
Ante esto, en Europa se está tratando de restringir el uso de antibióticos intentando que los médicos los receten solo cuando sea necesario y tratando de concienciar a la población de que debe pedir asesoramiento profesional antes de tomar un antibiótico. “En Suecia, por ejemplo, es muy difícil conseguir un antibiótico sin receta. Yo diría que es casi más fácil conseguir un opiáceo que un antibiótico”, apunta el médico de la Clínica Universidad de Navarra.
Si los antibióticos fallan, hay que hacer mucho hincapié en la prevención y la higiene. En este sentido medidas tan sencillas como lavarse las manos tienen una importancia capital. “Nos tocamos la cara de 2 a 6 veces a la hora. El lavado de manos es fundamental, tanto en el personal hospitalario como en niños, por ejemplo”, indica el doctor Guillén.
El doctor Cisneros está totalmente de acuerdo. “Transmitir que la higiene de manos es extraordinariamente importante”, a lo que añade “la correcta conservación de los alimentos y las vacunas”. En este sentido destaca que “una de las vacunas que mayores infecciones reduce es la vacuna de la gripe y esta la tenemos gratuita”, pero “su nivel de uso está muy por debajo de las recomendaciones. Todo esto hay que cambiarlo para reducir las muertes que ya se producen”, recalca.
Aunque las muertes por estas enfermedades infecciosas en los hospitales españoles es de 4.000 al año, según un estudio de la SEMPSPH, hay un porcentaje de personas, en torno al 30%, que mueren también por este tipo de enfermedades sin haber pasado por el hospital “porque estas bacterias no entienden de tabiques ni de fronteras”, explica José Miguel Cisneros. Eso requiere “una política de integración entre primaria y hospital, y un establecimiento de unos protocolos y unos programas, que sabemos cómo se hacen, pero que necesitan de financiación, necesitan de recursos. Lo que tenemos no es suficiente”, denuncia el doctor Cisneros.
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