El relato de los hechos en la sentencia resulta cuanto menos escalofriante. Es una cronología de una agresión sexual múltiple que ha motivado el aumento de la pena, hasta 15 años de La Manada, que podrían haber sido más como recoge la sentencia, porque la denunciante sufrió al menos diez agresiones sexuales.
Todo empezó en la Plaza del Castillo. La joven, que había acudido con un grupo de amigos de Palencia a las fiestas, se encontró con el novio de una amiga suya. Estuvo un tiempo con él, lo suficiente para quedarse finalmente sola. Al no dar con el grupo decidió sentarse en el banco donde estaba José Ángel Prenda.
Estando sentados en el banco la joven y José Ángel Prenda, ambos iniciaron una conversación, acercándose al lugar primero Ángel Boza y después los otros tres acusados. La joven, según la sentencia, llamó a las 2:57 desde su teléfono móvil al teléfono de uno de los amigos con el que había acudido a las fiestas. Llamó durante 25 segundos.
El objeto de la llamada fue obtener información sobre lo que iban a hacer. Había mucho ruido en esos momentos por lo que se deduce que la denunciante le expresó algo similar a: ¿dónde estáis? ¿Qué vais a hacer?, a lo que su amigo de Palencia le contestó que: “... iban a por un bocadillo o algo así". La denunciante respondió: “... vale pues quedamos después para ir a ver los encierros”, sin llegar a concretar una cita. Después de esta llamada, la denunciante dijo a los procesados que se iba a ir al coche para descansar, ofreciéndose estos para acompañar a la joven.
En el relato de los hechos se dice que las seis personas salieron sobre las 03:00:45 de la Plaza del Castillo introduciéndose, en el pasillo existente entre las carpas de las terrazas de los establecimientos de hostelería Casino Eslava y Bar Txoko, siguiendo por la Calle Espoz y Mina, donde dos de los procesados, no identificados, se acercaron al Hotel Europa quedándose retrasada “la denunciante”. Es decir, que fueron a buscar un hotel sin que la joven lo supiera o interviniera en ello.
En este lugar, concretamente a la entrada del establecimiento, junto a la escalera que da acceso a la recepción, se hallaba el encargado de control de acceso de clientes al hotel al que pidieron una habitación por horas “ para follar” . Les contestaron que no era posible. Todo esto se produjo, según la sentencia, sin que la denunciante hubiera escuchado esta parte de la conversación.
Seguidamente “la denunciante” y procesados siguieron su camino, por la Avenida de Carlos III en sentido ascendente dirección hacia la Plaza de la Libertad, girando a la derecha continuando por la calle Cortes de Navarra. En este trayecto uno de los procesados, empezó a cogerle del hombro y de la cadera a la chica que, sintiéndose incómoda, propuso girar a la izquierda, tomando el inicio de la Calle Paulino Caballero. B.
Una vez en la calle Paulino Caballero, José Ángel Prenda reparó en que una mujer accedía al portal del inmueble número 5. Después de mantener una breve conversación con ella, simulando que estaba alojado, cogió uno de los ascensores y subió al segundo piso, bajando al portal por las escaleras Seguidamente, José Ángel Prenda abrió la puerta de acceso al portal. Entretanto, “la denunciante” y los otros cuatro procesados, permanecieron apoyados en la pared divisoria del acceso a los garajes de los inmuebles número 3 y 5 de la Calle Paulino Caballero.
Hallándose las cinco personas así ubicadas, Ángel Boza y “la denunciante”, empezaron a besarse en la boca. Mientras se hallaba en esa situación, José Ángel Prenda, desde la puerta de acceso al portal, que mantenía abierta, gritó "vamos, vamos". En ese momento Ángel Boza, quien le había dado la mano a la chica para besarse, tiró de ella hacia él. Alfonso Jesús Cabezuelo la cogió de la otra mano. Ambos tiraron entonces de la joven quien entró en el portal de modo súbito y repentino, pero sin violencia. Cuando le introdujeron en el portal, los procesados, le dijeron " calla ", llevándose la mano a la boca.
Al encontrarse en esta situación, en el lugar recóndito y angosto descrito, con una sola salida, rodeada por cinco varones, de edades muy superiores y fuerte complexión, la joven se sintió "impresionada y sin capacidad de reacción". En ese momento notó cómo le desabrochaban la riñonera que la llevaba cruzada, cómo le quitaban el sujetador sin tirantes abriendo un clip y le desabrochaban el jersey que tenía atado a la cintura. La angustia fue subiendo hasta que uno de los procesados acercó la mandíbula de la denunciante para que le hiciera una felación. Mientras esto sucedía, otro de los procesados le cogía de la cadera y le bajaba los leggins y el tanga.
“La denunciante”, sintió entonces un intenso agobio y desasosiego, que le produjo estupor y le hizo adoptar una actitud de sometimiento y pasividad. Eso la llevó a hacer lo que los procesados le decían que hiciera, manteniendo la mayor parte del tiempo los ojos cerrados.
Lo que señala la sentencia es que los procesados aprovecharon la situación de la denunciante para realizar con ella diversos actos de naturaleza sexual, con ánimo libidinoso, actuando de común acuerdo. De hecho, la forma en la que se produjeron los actos sexuales fueron del todo impulsivos y rápidos. La joven fue penetrada bucalmente por todos los procesados; vaginalmente por Alfonso Jesús Cabezuelo y José Ángel Prenda, éste último en dos ocasiones, al igual que Jesús Escudero Domínguez quien la penetró una tercera vez por vía anal, llegando a eyacular los dos últimos y sin que ninguno utilizara preservativo.
Y además lo grabaron con el móvil
Durante el desarrollo de los hechos Antonio Manuel Guerrero, grabó con su teléfono móvil seis vídeos con una duración total de 59 segundos y tomó dos fotos; Alfonso Jesús Cabezuelo Entrena, grabó del mismo modo un vídeo, con una duración de 39 segundos Antonio Manuel Guerrero Escudero se apoderó, en su propio beneficio, del terminal de teléfono móvil, marca Samsung Galaxy que “la denunciante” llevaba en su riñonera, quitándole la funda, extrayendo la tarjeta SIM de la compañía jazztel y la tarjeta de memoria, micro SD arrojándolas en el lugar de los hechos.
Tras los hechos, la denunciante, a la que habían dejado sola y tirada, tomó asiento en el banco, llorando desconsoladamente, hasta el punto de que llamó la atención de una pareja, que al verle llorar se dirigió al banco para atenderla. Llamaron al teléfono 112. Y un tiempo después llegó la policía.