Durante toda una década, Albert y Ulisses, una icónica orca del zoo de Barcelona, fueron como uña y carne. En 1983 él se encargaba de entrenarla y cuidarla, y mantuvieron una estrecha relación hasta que el animal fue trasladado a San Diego.
“Yo quiero pensar que era una relación de amistad absoluta y sincera, porque si él hubiera querido comerme hubiera podido hacerlo”, cuenta Albert López.
Ese lazo fue separado cuando la piscina del zoo se le quedó pequeña y decidieron trasladarla a San Diego, a un famoso parque acuático.
“Sigue siendo una pecera o una cárcel. La única diferencia es que es más grande”, explica Albert, que cuenta que en ese momento lo que sintió fue “una tristeza absoluta”.
Resignado, quien fuese su cuidador durante tanto tiempo lamenta y relata: “En estos 25 años he cambiado de casa, he tenido hijos… y Ulisses ha seguido en esa pecera dando vueltas”.
Tras más de dos décadas de aquello, ahora un documental ha propiciado el reencuentro entre ambos; un alegato audiovisual, –dirigido por Joan Bover y titulado ‘Ulisses’, y el cual opta a mejor corto documental en los Goya–, para remover conciencias.