Cómo reducir el consumo de gas en casa
Reducir el consumo de gas es posible siguiendo una serie de consejos básicos
El aislamiento, el control del termostato, el aprovechamiento de la luz solar, claves
Juega con los radiadores (abriendo o cerrando el flujo) y distribuye el calor de forma homogénea
Reducir el consumo de gas (y, en general, cualquier tipo de consumo energético) no solo supone ventajas para el bolsillo, sino también para el medio ambiente. Se trata de una forma de racionalizar nuestro gasto y reducir a la vez nuestra huella de carbono, y existen pequeños y sencillos gestos que pueden ayudarnos a lograrlo sin demasiado esfuerzo. ¿Cómo reducir el consumo de gas?
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Para muchos hogares es todo un reto aprender cómo reducir el consumo de gas natural o de cualquier otro tipo de suministro energético. Normalmente utilizamos gas para obtener agua caliente, para mantener la calefacción en los meses de frío, para cocinar... Se trata de necesidades básicas que podemos cubrir sin caer en el despilfarro, simplemente teniendo en cuenta cómo funciona nuestro consumo, qué actividades generan más gasto y qué cosas podemos hacer, en definitiva, para reducir la cantidad de gas necesario en nuestro día a día.
Según recuerda la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMV), la mitad de las familias españolas que utilizan gas en sus hogares recurren al gas natural, mientras que algo más de un 33 por ciento utiliza gas butano, un 11 por ciento opta por el gasóleo y un 2,5 por ciento por el propano. Sea cual sea tu caso, la forma de proceder para reducir tu consumo de gas es similar.
Lo más importante es tomar conciencia de que, del mismo modo que ocurre con cualquier otro tipo de consumo, es necesario introducir cierto hábito de ahorro para poder reducir la factura del gas. Una forma de hacerlo es aprovechando al máximo los recursos naturales que nos rodean, sobre todo en el caso del sol: un gesto tan sencillo como dejar pasar la luz solar en casa puede ayudar a que la temperatura media del hogar suba un par de grados.
Además, es preferible utilizar el gas sabiamente, colocando el termostato a una temperatura agradable y no excesivamente alta: los mayores picos de consumo se producen cuando ponemos la maquinaria a trabajar de forma intensiva, y esto ocurre cuando intentamos calentar una estancia de forma rápida colocando el termostato a temperatura muy elevada. Se dice que la temperatura ideal es de 21 grados: cíñete a ella y recuerda que es preferible mantener el gas encendido durante más tiempo, pero hacerlo de forma que solo haya que mantener la temperatura en este nivel medio.
Otro consejo clave es aprender a repartir el calor: no todas las estancias son iguales y probablemente las más sombrías sean más frías que las que reciban luz solar. Puede que no necesites calentar estas últimas del mismo modo que las primeras. Por tanto, juega con los radiadores (abriendo o cerrando el flujo) y distribuye el calor de forma homogénea, sin despilfarrar en zonas donde no sea necesario.
También puedes programar el termostato para que funcione a las horas clave. Por ejemplo, a primera hora de la tarde y hasta la hora de dormir, reduciendo la temperatura durante la noche a unos 18 grados. De esta forma, tu casa se calentará con la luz solar durante el día y tendrá la temperatura deseada a las horas en que estarás en ella. Mantener cerradas ciertas estancias también puede ser de gran ayuda: si hay habitaciones que no sueles utilizar, es preferible mantenerlas cerradas y sin calentar, destinando así la calefacción a las zonas específicas en que sea necesaria.
Otro consejo clave es invertir en un buen aislamiento de puertas y ventanas: puede que debas gastar algo de dinero extra en ello, pero a la larga merecerá la pena y lograrás un ambiente mucho más agradable en casa. Del mismo modo, no olvides que en invierno hace frío, y esto es sencillamente así. No hace falta ir vestido de verano mientras afuera está nevando: puedes abrigarte y recurrir a textiles de invierno (mantas, cojines, alfombras...) para crear un ambiente más cálido.
Por último, recuerda que, a la hora de ventilar, es preferible hacerlo a una hora soleada y con la calefacción apagada. De esta forma, evitarás perder calor y energía. Además, bastará con que tu caldera caliente a 45 grados como máximo. No es necesaria una temperatura mayor y, de hecho, pasarse con el calor puede dañar el aparato.