En Madrid y Barcelona, ya en fase 2 desde hoy, se puede visitar a los ancianos que viven en las residencias, sin olvidar que sus centros han sido los principales focos y ellos los más vulnerables, los más castigados por el virus. Mientras, sigue la polémica por los ancianos que no fueron trasladados a hospitales. Hasta 200 familias han denunciado la Comunidad de Madrid por la tragedia de estas residencias a las que hoy ha vuelto la alegría por los reencuentros con los familiares.
Primer día de visitas en residencias de Madrid con protocolos muy estrictos de seguridad e higiene. Hay que pasar un arco de desinfección, usar gel de manos y tomase de temperatura, pero toda precaución parece poca para volver a ver a nuestros mayores, las personas más vulnerables frente al coronavirus. Para algunos de estos abuelos, además, es el primer día que salen de la habitación en tres meses. Hoy han vivido sorpresas emocionantes y abrazos inesperados. Encuentros muy necesarios para curar las heridas del confinamiento.
Las cámaras de Informativos Telecinco han sido testigos de escenas entrañables. Doña Carmen sale por primera vez a la calle después de tres meses de confinamiento. Entre merecidos aplausos, cogida de un médico, le dan la sorpresa de su vida, la visita de su hija Luz. Por seguridad tienen que frenar tanta emoción.
Víctor también ha recibido la alegría del día en forma de "abrazo seguro". Se trata de un ingenio surgido de las necesidades de estos tiempos, a base de hule y tejido de EPI, que permite que ambas personas puedan abrazarse sin que haya contacto físico entre ellos. Muy pronto podrán quererse sin necesidad de plásticos.
Son pequeños gestos que valen infinito, como el de Concha con su madre, Julia, o el de Juan Carlos con su madre, Paquita. Con 95 y 94 años respectivamente, superaron la COVID en los peores momentos. Besos y abrazos que devuelven estas residencias la vida.
Antes de entrar a la residencia Orpea de Aravaca, los familiares han pasado por la desinfección de los zapatos, la toma de temperatura, el lavado de manos y la colocación de una pantalla facial cubriendo la mascarilla quirúrgica. En el interior mamparas de separación, marcas en el suelo para respetar la distancia de dos metros y una separación aún mayor entre los sillones y mesas de un amplísimo salón y jardín. Una de estas visitas es Pepe, de 84 años, que no se ha sentado en la media hora de duración de la visita ni ha dejado de hablar ni de gesticular con sus manos enfundadas en guantes a su mujer, Carmen.
Carmen tiene movilidad reducida y no puede hablar desde hace varios años, pero al reconocer a Pepe ha llorado en silencio. “Sus ojos me lo dicen todo”, explica él, quien califica de “terrible” lo que ha vivido estos tres meses de separación, acostumbrado a visitar a su esposa a diario en la residencia.
“Lo primero que he pensado al verla es comerla a besos, no tocarla para mí es un tormento y las manos se me iban”, añade este octogenario, quien le explica a Carmen que no ha dejado de pensar en ella ni un solo día. “Nos acordamos de ti, te apoyamos desde fuera, mi vida”
Las auxiliares explican a los familiares que no pueden tocarles y que, de momento, será siempre el mismo familiar el que haga las visitas con cita previa, hasta que en la siguiente fase puedan empezar a rotar.
Jesús y su familia escriben todos los días una carta postal a su madre Francisca, que hoy –pese a la mascarilla- dice que se ha pintado los labios y expresa con muchísima alegría el hecho de verle de nuevo.
“A pesar de que la vemos todos los días por Skype, esto ha sido muy emotivo y ha sido muy difícil no poder abrazarla y darle un beso, pero paso a paso, es lo que hay”, explica Jesús, quien sin pretenderlo también ha provocado las lágrimas a su madre, Francisca, de 82 años.
Durante la visita, alguna vez las profesionales de la residencia han tenido que intervenir para detener manos ansiosas por abrazar y en alguna ocasión no han llegado a tiempo.
Jesús ha aprovechado para poner a Francisca al día de temas personales y laborales, que “tanto le preocupan”, y también para darle la noticia de que su nieta podrá celebrar la comunión en septiembre u octubre tras su suspensión a causa del coronavirus.
Cristina, que ha venido a ver a su madre, Marisa, califica el reencuentro de “muy emotivo” y se le quiebra la voz cuando intenta imaginar la dureza del aislamiento de tres largos meses de quienes viven en la residencia. “Ha sido muy duro para nosotros, pero para ellos…”.
A pesar de que hablar con su madre todos los días por videoconferencia, hoy al verla dice no haber podido refrenar sus sentimientos y se le vuelve a empañar la mirada.
Desde hace tres meses, los usuarios de las residencias han permanecido en las habitaciones como medida de protección, donde han recibido las comidas, los cuidados y el resto de servicios.
Parece que ya ha pasado lo peor, pero no hace ni dos meses que en esas residencias se vivían auténticas tragedias. Precisamente, la gravísima situación que se ha vivido en esos centros durante la pandemia han enfrentado hoy al vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, y la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Ayuso.
En la Comunidad de Madrid, igual que en el resto de España, estos centros de carácter asistencial han sido uno de los principales focos de la pandemia y desde el pasado 8 de marzo han fallecido en la región más de 6.000 personas, de acuerdo con los datos de la Consejería de Políticas Sociales.
No podemos ni debemos olvidar. La residencia de Monte Hermoso, en Madrid, tuvo uno de los brotes más tempranos y letales. A mediados de marzo hubo 17 fallecidos en pocos días. En total, casi 50. Uno de esos ancianos era la abuela de Ainoa. Falleció la semana del 16 de marzo en su habitación sin que llegara a ninguna ambulancia. “Estaba grave, pero no como para fallecer”, lamenta.
Algo parecido paso también con la madre de Rosana. Fue uno de sus residentes que no tuvieron la oportunidad de ingresar en un hospital antes de morir por el colapso en las UCI. Como Rosana, 200 familias han denunciado la Comunidad de Madrid por casos parecidos.
La Consejería de Sanidad dice que en la tercera semana de marzo, una de las más duras, hubo en Madrid 500 ancianos hospitalizados en residencias. También responde con datos a las críticas la Sociedad Española Geriatría, alegando que, desde 1 marzo al 5 julio, se ingresaron 10.300 ancianos en Madrid, el 30% de todos los ingresos. “Siempre se ha dado el tratamiento más adecuado estas personas mayores en función de su pronóstico vital, en función de la gravedad de la enfermedad”, asegura José Augusto García, presidente de la asociación, aunque también reconoce que, en las semanas más duras, en los hospitales de Madrid la situación era “como una guerra”.
Inma, Fátima y sus cuatro hijos llegan por sorpresa. Detrás de la puerta, sin saberlo, les espera una persona a la que no ven desde hace casi tres meses. Sin duda, lo que esta mujer de Baeza ha echado más de menos durante el confinamiento ha sido a la mitad de su familia, que vive en Sevilla. Pero eso se acabó. Con la llegada de la fase 3 el reencuentro en muchas comunidades, como Andalucía, es una realidad. No solo para ellos, los más pequeños como Pablo, Ana, Mauro y Borja estaban deseando ver a su abuela. Encuentros que, como el de ellos, llenan de emociones miles de hogares durante estos días en toda España.