Son menudos, delgados, todo lo que tienen es la ropa que llevan encima y, a pesar de eso, o quizás precisamente por ello, posan sonrientes en la carretera que lleva desde Ceuta a la frontera. Lógico. Para ellos, y para los otros 1.500 menores que entraron ayer en Ceuta, se trata de eso, de escapar de un país donde no encuentran futuro y ganarlo en Europa. La inacción de las autoridades marroquíes y la consiguiente avalancha hacia Ceuta de más de 6.000 de sus ciudadanos tiene nombres propios. El primero es el de Anas.
"Tengo 15 años. Me enteré de lo que estaba pasando por mis colegas, y echamos todos a correr hacia Tarajal", nos dice. "Para cruzar hice lo que veía que estaban haciendo los demás, echarnos al agua y nadar para rodear el espigón".
Anas es uno de esos cientos de chavales a los que los las fuerzas de seguridad observaron acercarse agarrados a cualquier cosa, y cruzar a territorio español. Les trataron bien, asegura.
"Aquí en Ceuta nos han tratado fenomenal, pero no quiero quedarme. Quiero ir a Bélgica, donde tengo familia", explica.
Omar escucha y asiente a las palabras de su compañero. Como el, tiene 15 años. Como él, primero le llegó el rumor de lo que estaba ocurriendo, luego la certeza, más tarde el asombro de que lo que llevaban tiempo deseando se hiciera realidad, ante la pasividad de unos gendarmes marroquíes que miraban para otro lado.
"No había vigilancia, así que me eché al agua y nadé hasta lograr llegar al lado español. Me trataron muy bien, me han dado comida, ropa y toallas. En cuanto pueda iré a Valencia e intentaré ganarme la vida como peluquero", relata.
Vidas paralelas, nados paralelos, destinos divergentes en sus sueños, una vez alcanzado territorio español. Zuhir, el tercero de esta fotografía de las esperanzas que parecen cumplirse, viajará, si puede a Barcelona.
"Yo me enteré a través de Facebook. Estaba en la playa con mis amigos, lo dejé todo y me acerqué a la frontera con lo que tenía", responde al terminar su dos colegas. "Soy el más pequeño de los tres, pero se nadar, y eso es lo que hice. Ahora lo que quiero es terminar mis estudios".
A Brahim le encontramos cerca aún de la frontera. Es nuestro cuarto nombre propio. Vive en Fnideq, justo al otro lado de Tarajal. Lo de ayer le pilló en el fútbol.
"Me enteré mientras estaba entrenando, juego en un equipo, y de repente empecé a ver a todo el mundo corriendo", cuenta a NIUS. "Mandé a decirle a mi padre y a mi madre lo que pasaba, y bajé en taxi hasta la frontera. Allí me tiré al mar y entré nadando. Espero que todos mis amigos hayan tenido la misma suerte, y entren aquí, porque en Marruecos no hay futuro".
Y como no lo hay siguen entrando. Son la parte más débil en un `juego´ de tensión diplomática que, a estas horas, sigue en marcha.